24/04/2025
La magia del Mysore: un camino hacia el autoconocimiento a través del Ashtanga Yoga
Practicar Mysore no es solo moverse en una secuencia de posturas. Es un acto profundo de escucha interna. En el silencio de la sala, sin la guía constante de una voz externa, te vas encontrando. Te vas conociendo.
Cada mañana en el mat es una oportunidad para observarte: cómo respiras, cómo piensas, cómo reaccionas. Y en ese espacio íntimo, surge algo más grande que lo físico. Empiezas a entender los Yamas y Niyamas no como conceptos filosóficos, sino como realidades vivas. La no violencia (ahimsa) no es solo no dañar a otros, es también dejar de exigirte desde el juicio. La honestidad (satya) empieza a aparecer cuando reconoces dónde estás, sin máscaras. La limpieza (shaucha) comienza en el cuerpo, pero pronto se filtra hacia la mente.
Respirar se vuelve sagrado. Cada inhalación y exhalación te ancla en el momento presente. Y ahí, en ese instante, el trabajo es real. No hay distracción, no hay escape. Solo tú, tu práctica, y la posibilidad de transformarte.
Pero este camino, aunque individual, no se recorre en soledad. La presencia de un guía, un maestro, es fundamental. Alguien que haya caminado antes, que sepa ver más allá de la forma y te acompañe con respeto, paciencia y sabiduría. El maestro no impone, sino que observa, sostiene y señala con sutileza. Te recuerda que lo importante no es la postura perfecta, sino la presencia con la que llegas a ella. Su acompañamiento silencioso es un ancla, una brújula, una fuente de confianza mientras atraviesas tus propias capas.
Mysore es una forma de meditación activa. Una disciplina que te va enseñando, poco a poco, a vivir los 8 pasos del Ashtanga Yoga desde el cuerpo, el corazón y la conciencia.