17/04/2024
De la misma manera que el año anterior su gran aventura era aprender a andar con soltura y “conquistar el mundo” ahora, su nuevo hito va a ser consolidar el lenguaje. Es en esta etapa cuando ocurre lo que llamamos “la explosión del lenguaje”.
De 24 a 28 meses
Tiene ya buen equilibrio al andar. Corre y trepa, salta con ambos pies. Aprende a abrocharse los botones, a subirse la cremallera. Puede sostener un vaso y beber sin ayuda.
Empieza a clasificar el mundo que le rodea, distingue las propiedades de los objetos, descubre las conexiones entre las cosas, aprende constantemente. Está empezando a explicarse por sí mismo la realidad, aunque con un pensamiento de tipo “mágico”.
Empieza a preguntar por lo que no comprende. Pueden aparecer miedos al irse a dormir, o pesadillas. Su imaginación está muy despierta y se vuelve muy observador. No comprende muchas de las cosas que ve a su alrededor, se siente vulnerable.
No siempre distingue bien entre lo que imagina y lo real. Piensa que puede suceder todo lo que imagina, está todavía aprendiendo cuales son los límites en la realidad. Tiene miedo de los sentimientos negativos que empieza a experimentar.
El mundo le resulta atrayente, y también le asusta. Sigue necesitando tener muy cerca a sus padres. Son su base segura desde la que explorar con confianza su entorno. A lo largo de este año va adquiriendo seguridad.
Lenguaje más complejo, construye frases de tres palabras con verbos auxiliares, como “hemos ido al parque”. A los 24 meses su vocabulario expresivo estará entre unas 50 y 200 palabras, pudiendo llegar hasta las 400 (hay grandes variaciones). Su vocabulario receptivo es de hasta 1.000 palabras. A los 36 meses habrá aprendido a decir entre 400 y 500 palabras.
De 28 a 32 meses
Mantiene la atención cuando le leen o le cuentan un cuento. Le empieza a interesar el dibujo, hace garabatos y trazos. Puede distinguir los colores, nombrarlos. Le gusta jugar a hacer torres de cubos o rompecabezas. Explora con más detalle los objetos y los compara.
Tiene más capacidad de atención, aprende a escuchar y se pueden tener conversaciones un poco más largas. Utiliza su nombre para hablar de sí mismo en tercera persona.
Puede expresar verbalmente cómo se siente, aunque de forma muy básica y con apoyo de gestos.
Tiene mejor control de sus emociones, pero siguen siendo frecuentes las pequeñas rabietas o cambios bruscos de humor. Estará normalmente alegre y activo.
Surge el juego simbólico hacia los 30 meses, que consiste en hacer como si fuese un personaje y representar una historia, imitando la realidad o inventándosela por completo.
Empieza a tener más autocontrol, es más obediente y menos negativo, va siendo capaz de darse a sí mismo instrucciones (el “no”).
Percibe las emociones de los demás y su estado de ánimo. Aparecen los sentimientos prosociales como la empatía y la compasión y las conductas de ayuda incipientes, aunque esto dependerá de que tenga modelos de comportamiento prosocial.
Necesita una disciplina muy consistente, a veces pone a prueba las normas y los límites.
Se puede empezar a razonar con él sobre las normas. Enseñarle las conexiones lógicas entre su comportamiento y las consecuencias.
De 32 a 36 meses
Es más consciente de las expectativas de los padres. Quiere ser bueno, son importantes para él la aprobación y el elogio de los mayores.
El niño está empezando a interiorizar las normas y las expectativas de sus padres, lo que le provoca emociones morales: si rompe una norma siente culpa, si no responde a una expectativa vergüenza y si cumple las normas y responde a las expectativas siente orgullo.
Siente curiosidad por otros niños como él. Aparecen los juegos en paralelo, juegan a lo mismo, se imitan, pero no interactúan directamente ni siguen unas reglas. Le cuesta compartir o cooperar, por lo que puede tener reacciones agresivas, normales a esta edad.
Empieza a formar su autoconcepto, el sentido de su propia competencia, que es muy importante en su aprendizaje. Tiene que aprender lo que es capaz de hacer y lo que no.
Empiezan a necesitar demostrar sus habilidades, dicen mucho: “¡Mira lo que hago!”.
En esta etapa los padres debemos centrarnos en desarrollar la comunicación hablada: animar al niño a que hable, conversar con él, enseñarle palabras, no dejarle que vuelva atrás.
Cuando el niño aprende el lenguaje nuestra relación con él mejora, es mucho más sencilla la disciplina cuando se pueden dar instrucciones que el niño ya comprende.
El lenguaje compromete a las personas que se comunican, enseña a convivir dentro de unas normas. En cierto sentido el niño va haciéndose más responsable a medida que aprende a hablar correctamente. Esto se conoce como “función reguladora del lenguaje”
De la misma manera que el año anterior su gran aventura era aprender a andar con soltura y “conquistar el mundo” ahora, su nuevo hito va a ser consolidar el lenguaje. Es en esta etapa cuando ocurre…