
02/08/2025
CAERLE MAL A LOS FAMILIARES
Y no me refiero a los propios, que también.
Y no es un caerle mal cualquiera. Es muy expuesto. Tu tratas a una persona, en medio de entramados que te son ajenos y aparecen las reseñas negativas, ponerte verde ante conocidos y otros profesionales y te sientes fatal, yo solo intento ayudar a la persona que me lo solicita. Y de maneras que no gustan a su familia, ya tenemos el nuevo chivo expiatorio. Ahora todo es por culpa del psicólogo.
No nos enseñan a trabajar con la animadversión de familiares, amantes, jefes…La repercusión personal fluctúa según la experiencia, el carácter de cada cual y el rol o la razón que pudiera haber en esa rabia. En mi caso, dada la cantidad de años que llevo siendo punch ball de quien no sabe de la misa la media, hay hartazgo.
Siempre hay una sobrestimación, o tenemos que ser capaces de obtener resultados en tres sesiones o somos los instigadores de malas decisiones, elecciones. Tenemos superpoderes siempre.
En general esa rabia nace de contrariar los preceptos y modos de relación que se pretenden perpetuar. Y por supuesto, casi siempre por ignorancia, no tienen ni idea de qué pasa en consulta y nunca deja de sorprenderme como si creen saberlo todo. También por ansiedad por ver al ser querido bien y considerar que el trabajo es insuficiente y nada efectivo. A veces nadamos en direcciones contrarias, intento fomentar autonomía en personas cuya familia no quiere que tenga una vida propia, “ni vida ni suya” pero , eso sí, que estén contentos de no tenerla. Salud mental a la carta. Palmeros que han de contentar intereses opuestos.
Si además los familiares son los que pagan mis honorarios ni te cuento el nivel de exigencia y de presión. Y los despistes, claro.
Y muchas veces sentimos que el que debiera entrar a la sesión es el indignado, el que nos increpa.
Y debemos callarnos, tal vez sepamos un secreto inconfensable sobre esa persona o cuanto daño ha hecho pero estoicamente soportamos las dudas sobre nuestra validez profesional, el enjuiciamiento, la condena.
Porque vale la pena, todo eso vale la pena si estamos seguros de tener nuestro foco en la persona a la que queremos ayudar. Y ponemos eso por encima de todo. Eso es lo único que debe importarnos. El resto, gajes del oficio. (Duros)