31/08/2025
Después de salir del hospital, tras una larga y difícil batalla contra el Covid; tras dos operaciones de espalda y otro tipo de lesiones, algo profundo cambió en mí.
No fué solo mi cuerpo el que tuvo que sanar, fue mi alma la que despertó.
Durante todo ese tiempo mi cuerpo se encontraba muy débil, pero comprendí que la vida no se mide en logros externos, sino en la conexión que cultivamos con nosotros mismos, con los demás y con el mismo universo.
Volver al Dojo fué como regresar a mi hogar.
Ese espacio, que antes era sólo un lugar de práctica, se había transformado en un santuario.
Allí siempre encontré luz, amor y una familia que me siempre me sostiene sin palabras, sólo con presencia y respeto.
Simplemente compartir los saludos,las kata, o la respiración conjunta me recuerda que estoy vivo y que había superado algo grande, y que ahora tenía una nueva misión:
Trascender a lo que siempre fuí y que existió desde siempre.
Yo elegí la vía del conocimiento a través del movimiento.
El kárate dejó de ser una técnica para convertirse en una vía de superación.
Su práctica me conecta en el tiempo con la energía que fluye en todo lo que existe.
En el Dojo, no hay espacio para la enfermedad; allí habita la salud del espíritu, la disciplina con el cuerpo y la claridad de la mente. Es un lugar donde no puede habitar la enfermedad, porque todo vibra en armonía.
Hoy practico no para compararme con nadie, sino para vencerme a mí mismo, para cultivar habilidades que me permitan vivir con más conciencia, más compasión y más plenitud.
El Dojo es mi casa, mi refugio, mi espejo.
Es donde la unión entre todos los que entrenamos se convierte en fuerza, y donde el amor por este arte nos transforma.
Desde que salí del hospital, entendí que la verdadera batalla se encuentra en vencer los mensajes externos que anulan nuestra voluntad y disciplina.
Si mantienes tu atención, tu corazón hablará por ti mismo.
El kárate, más que una práctica, es el camino que me guía hacia esa plenitud que tanto buscaba sin saberlo.
De un humilde aprendiz.
Miguel Ángel Gutiérrez Jiménez