01/04/2024
Existe una conexión neurológica entre corazón y cerebro donde aproximadamente un 90% va en sentido ascendente, o sea, desde el corazón al cerebro.
El corazón tiene un campo magnético el cual se puede medir, mucho más potente que el que posee el cerebro. Y este campo magnético envuelve todo el cuerpo, en forma toroidal.
Cuando experimentamos emociones elevadas como el amor, la gratitud, la compasión, etc, las señales eléctricas son estables y ordenadas. Sin embargo cuando la emoción que sentimos es rabia, frustración, odio, etc, las señales eléctricas son desordenadas y caóticas.
Las señales eléctricas desordenadas a causa de experimentar emociones negativas generan estrés desincronizando el sistema nervioso afectando a las funciones mentales. Y las señales eléctricas ordenadas a partir de evocar emociones elevadas equilibran el sistema nervioso mejorando la cognición, la memoria y la capacidad de autorregularse emocionalmente.
La coherencia cardíaca no depende del número de pulsaciones por minuto. Para conseguir esa coherencia entre corazón y cerebro se debe practicar un tipo de meditación con una respiración desde el corazón, visualizando y evocando emociones elevadas e intención. Y con ello conseguir la coherencia cardíaca que si se mantiene en el tiempo influirá en la tensión arterial, el sistema inmune, el estrés, la memoria, etc.
Además, el corazón puede generar atriopeptina que además de equilibrar líquidos y sales, inhibe hormonas del estrés y libera oxitocina, la hormona del amor.
Cuando ya tenemos coherencia cardíaca, podemos practicar meditaciones más profundas, que mediante la propiocepción activaremos el cerebelo, donde se alberga el inconsciente, e influyendo en él, podremos generar cambios muy relevantes a nivel emocional y físico, de hecho uno lleva al otro.
Podremos ser personas más tranquilas, equilibradas, dejar atrás los miedos (disminuyendo la actividad de la amígdala) y de esta forma incluso influir en la sanación. La sanación cuántica.