25/09/2024
Los duelos forman parte de la vida, porque nacer implica morir y elegir implica renunciar.
Desde pequeñ@s nos vamos enfrentando al dolor de tener que despedirnos, algunas personas más o menos, según las circunstancias. Despedirnos de nuestros animales de compañía, de abuel@s, de lugares, del colegio, de amig@s, de vivencias, de juguetes, y a medida que crecemos las despedidas aumentan: parejas, el padre, la madre, el trabajo, el cuerpo joven, l@s amig@s, la casa, l@s hij@s, proyectos, sueños...
La etapa de adultez trae con mayor claridad lo efímera que es la vida, el dolor de la despedida y el valor de lo presente.
En julio viví el suicidio impactante de una persona cercana y el dolor que deja a su alrededor. En agosto, la muerte por vejez de mi vecino. El abuelo que nos vendió la casa y nos enseñó y ayudó tanto. La persona más longeva de mi pueblo. Y con él se cierra una generación, una familia, una historia. Ahora queda nuestro recuerdo de lo vivido, sus historias narradas, su casa, sus huertos y sus caminos. Parte de nuestro barrio, es él.
Y en septiembre me despedí de un amigo y compañero de luchas sociales. El cáncer se lo llevó y dejó en mí, aprendizaje, reconocimiento y recuerdos tiernos.
Un verano, tres meses y tres duelos. La vida nos enseña, maduramos con la edad y vamos aprendiendo el valor de lo realmente importante.
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