13/12/2025
A lo largo del siglo pasado, la autoridad de los padres fue cuestionada tanto por la falta como el exceso de autoridad. Antes, la cultura respaldaba esta autoridad . Hoy la jaquea.
“Límites! Hay que poner límites a los hij@s!”. Este reclamo, oído por doquier, resuena en la escuela y la familia, entre padres y profesores. ¡Límites, más límites! ¿Acaso la falta de límites se deriva de la decadencia de la autoridad? A lo largo del siglo pasado, el lugar de la autoridad de los padres perdió valor, sin duda, ya no son escuchados, más bien se los critica, están en la picota: se les reclaman límites y, si los ponen, se los tilda de autoritarios o violentos, se les exige perfección y a la vez que asuman sus imperfecciones… Antes, toda nuestra cultura sostenía el respeto los padres; hoy, muchos les llevan la contra; ser padre y ser madre se ha vuelto difícil.
Todo esto es cierto, pero plantearlo así no permite deducir modos de resolver el problema. Exploremos otra vía.
Cuando el joven no acata la orden del mayor, decir que éste no sabe hacerse respetar y que aquél es desobediente puede parecer evidente, pero es tan estéril como atribuir el poder soporífero del opio a su «capacidad hipnótica». Para peor, es una “explicación” que ofende a ambos, padres y hijos sin ayudar a resolver la situación.
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