
20/09/2025
ESTE POST VA DIRIGIDO A QUIENES VALORAN LA VERDADERA AMISTAD
Lo que hoy comparto es una carta real que hace tres —o quizás cuatro— años escribí a mi mejor amigo.
Tras una pequeña conversación conmigo mismo he decidido publicarla como homenaje a la amistad.
¿SABES POR QUÉ ERES MI MEJOR AMIGO?
Eres mi mejor amigo porque pese a no tener claro lo que eso significa —todo es tan vago y tan relativo—, ocupas el mejor lugar de una lista inexistente en la que sólo aparece tu nombre, y si bien reconozco que hay otras listas —lo sé por experiencia— no identifican a los mejores amigos sino a aquellos que priorizan lo que más les conviene en cada momento y lugar.
Eres mi mejor amigo porque nos queremos a pesar de ser tan distintos, o puede que sea tal vez por eso. También porque para algunas personas les es fácil mostrar su afecto cuando el viento sopla a favor de sus intereses, cuando todo está bien según sus necesidades, sin embargo nos evitan si ya no somos divertidos, atravesamos una mala racha o cuando todo en nuestras vidas se va a la mi**da. Justo ahí es donde se nota quien está y quien nunca estuvo, sin embargo, contigo, el paso de los años me ha demostrado que en mis peores momentos has estado donde yo te necesitaba, y también, lo que es más difícil, has sabido no estar cuando necesitaba estar solo.
Eres mi mejor amigo porque tú haces lo tuyo y yo hago lo mío; porque en muchos aspectos somos completamente distintos; porque nunca me haces sentir incómodo y contigo soy capaz de decir lo que pienso sin temor a ser juzgado y aun menos sentenciado; porque llevamos más de medio siglo soportándonos y enriqueciéndonos mutuamente; porque podemos mantener largas conversaciones sin necesidad de pronunciar una sola palabra; porque estuviste en el entierro de mis padres y yo en el de los tuyos, y en esos trances tan duros, tu presencia atenuó el dolor y me hizo sentir querido y comprendido.
Eres mi mejor amigo porque mientras el tiempo nos hacía mayores, a mí invitándome a peinar canas y a ti dejándote casi sin pelo, y mientras nuestros hijos volaban del nido y nos regalaban unos hermosos nietos, descubrí desengaños en mi relación con otros a quienes consideraba amigos, algo que contigo jamás sucedió, pues si alguna vez actuaste de un modo que no me hizo sentir bien, te lo pude decir sin que nuestra relación se tambaleara, y porque tú hiciste lo propio con tus necesidades si alguna vez no supe cubrirlas.
Eres mi mejor amigo porque no hay celos ni resentimientos entre nosotros; porque celebramos la felicidad y el éxito del otro con tanta o más intensidad que si fueran nuestros logros; porque hemos construido un cúmulo de complicidades, tanto que hasta tenemos cierta jerga propia en la que una sola palabra puede expresar lo que sólo nosotros entendemos; porque te sientes con la libertad de decirme cosas cuando necesito escucharlas aunque yo no lo sepa, cosas que a los demás les cohibiría hacérmelas saber.
Hace un momento, justo lo que me ha costado escribir estas reflexiones, he encontrado una foto en la que aparecemos los dos juntos y sonrientes —la extraña pareja, nos autobautizamos tiempo atrás— en una época en la que las aguas de los ríos de nuestras vidas eran turbulentas en algunos tramos, y pese a todo, salimos a cenar aquella noche y disfrutamos de una amigable velada.
La vida está compuesta de pequeños y grandes detalles y de momentos que sin apena darnos cuenta pueden convertirse en trascendentes. Haberte conocido cuando estudiábamos en el instituto fue uno de de esos momentos, y luego llegó todo lo demás, poco a poco, lentamente, piedra a piedra. Asi hasta que yo conocí a mi pareja, luego tú a la tuya, y a partir de ese momento, empezaron a ser frecuentes las ocasiones en las que éramos cuatro en vez de dos en aquellas salidas nocturnas de fin de semana, esas cenas en las que a la hora del café solíamos hacer anotaciones en el mantel de papel de la mesa del restaurante, algo lógico si consideramos que los restaurantes con mantel y servilletas de tela aun no estaban al alcance de nuestros bolsillos.
Hemos participado en los momentos importantes de nuestras respectivas biografías y seguimos haciéndolo.
Te doy las gracias por ser mi mejor amigo y me gustaría que lo siguiéramos siendo siempre, incluso cuando ya no estemos.
Un fuerte abrazo