04/11/2025
Dicen que el primer objeto que el ser humano creó no fue una espada, ni una estatua: fue un cuenco.
Un pequeño vacío para sostener algo, el grano, la comida, la vida.
Algo tan simple… y tan infinito.
Debemos recordar que desde entonces, cada vez que hacemos un cuenco estamos repitiendo un gesto ancestral.
Un diálogo entre las manos, la tierra y el fuego.
Un recordatorio permanente de que, antes de las prisas y los calendarios, hubo barro.
Y hubo tiempo.
Pero a veces nos cansamos.
El horno falla, el esmalte se rebela, la forma no es la que imaginábamos.
Y ahí es cuando más necesitamos recordar: no estamos solos.
La cerámica no es solo hacer piezas.
Es compartir la mesa.
Reírse del desastre.
Aprender juntos.
Si necesitas volver a ese lugar donde el barro respira lento:
Ven al coworking de Fango.
Aquí seguimos sosteniendo el mundo, cuenco a cuenco hacemos historia.