10/12/2025
EL RELOJ DE ARENA
Akemi cuidaba el archivo del templo, un lugar donde casi nadie entraba.
Su tarea era sencilla: girar cada día un antiguo reloj de arena que marcaba el tiempo de las oraciones.
Un gesto mínimo. Siempre igual.
Durante años lo hizo con precisión, sin preguntarse nada.
Un día, por error, olvidó girarlo.
Cuando se dio cuenta, el templo estaba inquieto: las oraciones se habían retrasado, los rituales se desordenaron, los monjes discutían por los horarios. Todo parecía fuera de lugar… por una simple distracción.
Avergonzada, Akemi fue a ver al maestro Itsuro.
—Maestro… he causado un caos por no girar el reloj.
Itsuro observó la arena detenida.
—¿Estás segura de que el caos lo causaste tú?
—Todo se desordenó por mi culpa.
El maestro giró el reloj lentamente.
—No. El caos apareció porque todos creían que el tiempo debía obedecerles.
Akemi no entendió del todo.
Esa noche, mientras el nuevo ciclo de arena caía, se dio cuenta de algo:
nadie había mirado nunca el reloj… solo confiaban en que siempre estaría funcionando.
Entonces lo comprendió.
No fue su olvido lo que rompió el orden.
Fue la dependencia absoluta a algo que nadie estaba dispuesto a sostener de verdad.
Al día siguiente, giró el reloj con calma.
Pero ya no lo hizo como una rutina.
Ahora sabía que hasta lo más pequeño sostiene mundos enteros.