
21/05/2025
*Terapia a gusto del consumidor*
La psicología se ha vuelto muy popular en los últimos años. Hoy en día, términos como ghosting, luz de gas o incluso nombres de terapias como EMDR ya no suenan solo en ambientes profesionales.
Pero ojo… una cosa es conocer el concepto y otra muy distinta es saber manejarlo.
Cada vez es más común que los pacientes no lleguen diciendo “tengo ansiedad” sino que directamente afirmen:
“¡Quiero que me hagas EMDR!”
Y puede que tengan razón: tal vez ese enfoque les venga bien.
Pero no siempre en los tiempos ni en la forma que esperan.
Ahí es donde toca reconceptualizar qué entienden por EMDR y qué esperan que les “solucione”. Porque no, el EMDR no es una varita mágica, ni nos cambia el chip en tres sesiones para salir con la autoestima por las nubes.
La terapia es un proceso.
Un trabajo profundo que requiere compromiso, constancia y, sobre todo, sensibilidad.
Muchos de nuestros problemas no se deben simplemente a que “no sabíamos algo”, como si bastara con una charla informativa.
Detrás de un “tengo ansiedad” puede haber:
• Heridas de rechazo o abandono
• Experiencias de bullying
• Familias con dinámicas disfuncionales o adicciones
No son solo síntomas: son historias.
Por eso, acompañar bien a alguien implica tiempo, escucha y un enfoque personalizado.
No a la carta. No exprés.
¿Te ha pasado que los pacientes te indican qué tipo de terapia quieren?