Luis Miguel Real - Psicólogo

Luis Miguel Real - Psicólogo Soy Luis Miguel Real, psicólogo. Terapia presencial en consulta, u online.

Soy especialista en adicciones, y también trabajo con problemas de ansiedad, depresión, fobias y demás trastornos de tipo emocional.

La sociedad tiene una idea muy clara de cómo "deberíamos" comportarnos. Si eres introvertida, te dicen que tienes que "a...
31/10/2025

La sociedad tiene una idea muy clara de cómo "deberíamos" comportarnos. Si eres introvertida, te dicen que tienes que "abrirte más", "hablar más", "ser más sociable". Pero si eres extrovertida y hablas demasiado, rara vez alguien te sugiere que bajes el ritmo o que escuches más. Es como si hubiera una norma implícita donde la extroversión es la conducta "correcta" y la introversión algo que hay que corregir.

Pero la verdad es que no hay un estilo mejor que otro. Todos somos más introvertidos o extrovertidos dependiendo del contexto. Puedes ser muy callada en un grupo grande, pero ser la persona más habladora cuando estás con amigos cercanos. Puedes amar la soledad en tu vida personal, pero ser extremadamente sociable en el trabajo.

No hay una única forma de ser. Lo importante no es encajar en un molde, sino entender qué te funciona mejor en cada momento.

Si disfrutas más escuchando que hablando, no tienes por qué forzarte a ser el alma de la fiesta. Si eres de las que necesitan silencio después de un día intenso, no significa que haya algo mal contigo.Y si eres alguien que necesita interactuar y expresarse constantemente, tampoco es un problema… a menos que no sepas cuándo parar.

La clave está en la flexibilidad. No se trata de "cambiar quién eres", sino de ajustar tu conducta según lo que necesitas en cada situación. Si en algún momento te conviene hablar más, puedes hacerlo. Si en otro momento necesitas callar y observar, también es válido.

Lo que importa es que no actúes desde la presión externa, sino desde lo que realmente te haga sentir bien. Al final, la única versión "correcta" de ti es la que se adapta a lo que tú necesitas, no a lo que los demás esperan.

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🧠 Soy Luis Miguel Real, psicólogo especialista en adicciones. Ayudo a la gente a dejar de fumar tabaco, dejar de beber alcohol, superar sus problemas de ansiedad, etc.

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Es muy fácil (y hasta cruel) decirle a los demás que espabilen y salgan de su zona de confort, cuando tú cuentas con un ...
30/10/2025

Es muy fácil (y hasta cruel) decirle a los demás que espabilen y salgan de su zona de confort, cuando tú cuentas con un montón de privilegios. El contexto de las personas es importante, y desgraciadamente la fuerza de voluntad no basta para conseguir todo lo que queramos en la vida

Maravillosa ilustración de .gomez.ilustradora

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29/10/2025

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Nos han metido en la cabeza que deberíamos estar felices todo el tiempo, como si la tristeza, el miedo o el enfado fuera...
28/10/2025

Nos han metido en la cabeza que deberíamos estar felices todo el tiempo, como si la tristeza, el miedo o el enfado fueran errores del sistema que hay que eliminar.

Pero la realidad es que nuestro cerebro no está diseñado para la felicidad constante, sino para la supervivencia y la adaptación. Y para eso, todas las emociones tienen una función.

El miedo, por ejemplo, no está ahí para fastidiarnos, sino para protegernos. Nos avisa cuando algo puede ser peligroso y nos ayuda a reaccionar a tiempo.

El enfado no es un defecto de personalidad, sino una señal de que algo nos ha hecho daño o nos ha parecido injusto. Nos impulsa a poner límites y a defendernos.

La tristeza tampoco es un fallo, sino una manera de procesar las pérdidas, reflexionar y reajustarnos cuando algo no va bien.

El problema no es sentir emociones desagradables, sino la presión de creer que no deberíamos sentirlas. Intentar evitar la tristeza, el miedo o el enfado solo los vuelve más intensos y duraderos. Porque cuanto más luchas contra lo que sientes, más peso le das.

La clave no es eliminarlas, sino entenderlas y gestionarlas. Permitirte sentir sin culpa, sin miedo a estar "rota" por no estar feliz las 24 horas. Porque una buena salud mental no es estar bien siempre, sino saber navegar los momentos en los que no lo estás.

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Nos han vendido la idea de que nuestro valor depende de lo que producimos, de cuánto trabajamos, de cuán exitosas somos ...
27/10/2025

Nos han vendido la idea de que nuestro valor depende de lo que producimos, de cuánto trabajamos, de cuán exitosas somos en nuestra carrera.

Pero no eres tu trabajo. Eres mucho más que eso.

Está bien esforzarse, querer crecer profesionalmente y sentir orgullo por lo que haces, pero cuando tu identidad entera gira en torno a tu empleo, ahí hay un problema. Porque el trabajo es solo una parte de la vida, no su totalidad.

Y sin embargo, mucha gente se deja absorber hasta el punto de olvidar quién es fuera de su rol laboral.

Nadie en su lecho de muerte dice: “Ojalá hubiera pasado más horas en la oficina”. Lo que lamentan es no haber pasado más tiempo con sus seres queridos, no haber disfrutado más de la vida, no haberse dado permiso para descansar y hacer lo que realmente les hacía felices. Pero para muchas personas, ese momento de claridad llega demasiado tarde.

Trabajar es necesario, pero vivir también lo es. Si tu empleo se lleva toda tu energía y no te deja espacio para ti, para tus relaciones o para simplemente disfrutar de la vida, algo anda mal.

No eres una máquina de producción. Tu valor no se mide en horas extras ni en logros profesionales. Y si algún día ese trabajo desaparece, lo que quedará será la persona que eres fuera de él. Así que no te olvides de cultivarla.

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Si tienes problemas para expresar lo que sientes, no es casualidad. En algún momento de tu vida, aprendiste que callarte...
26/10/2025

Si tienes problemas para expresar lo que sientes, no es casualidad. En algún momento de tu vida, aprendiste que callarte era la opción más segura para evitar conflictos. Tal vez en casa te dijeron que "no hicieras un drama", que "no era para tanto" o que "mejor no dijeras nada para no empeorar las cosas".

Y así, poco a poco, te fuiste tragando tus emociones hasta que se convirtió en tu mecanismo automático.

El problema es que ese silencio no significa que las emociones desaparezcan. Solo las metes en una cajita, cerrándola con llave y tirándola al fondo de tu mente. Pero tarde o temprano, lo que no expresas encuentra su manera de salir.

Puede ser en forma de ansiedad, de explosiones de ira aparentemente injustificadas, o peor aún, en forma de un bloqueo emocional que te hace sentir desconectada incluso de ti misma. Es como una olla a presión: puedes taparla todo lo que quieras, pero si no sueltas el vapor, en algún momento va a estallar.

Si creciste en un entorno donde el conflicto era visto como algo negativo, es lógico que tu cerebro haya aprendido a evitarlo a toda costa. Pero evitar el conflicto no significa que los problemas desaparezcan, solo que se acumulan en silencio. Expresar lo que sientes no es peligroso ni egoísta, es necesario. Y no, no se trata de ir por ahí soltándolo todo sin filtro, pero tampoco de quedártelo dentro hasta que te consuma.

Hay un punto medio donde puedes comunicar lo que sientes sin que eso signifique drama o guerra mundial. Empieza poco a poco. Aprende a reconocer lo que sientes, y sobre todo, no tengas miedo de decirlo en voz alta. No tienes que justificar tus emociones ni pedir permiso para sentir. Hablar no es el problema. Callarte siempre, sí.

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El "banco de niebla" es una de esas estrategias que te pueden salvar de un conflicto innecesario sin que tengas que gast...
24/10/2025

El "banco de niebla" es una de esas estrategias que te pueden salvar de un conflicto innecesario sin que tengas que gastar energía discutiendo. Es como aprender a esquivar golpes en lugar de recibirlos y devolverlos.

En la práctica, se trata de responder con neutralidad y vaguedad cuando alguien intenta provocarte. Es darle un "sí, puede ser" en lugar de entrar en la pelea.

Imagina que estás en una reunión familiar y tu tía favorita (esa que no puede evitar opinar sobre todo) suelta: "¿Todavía sigues sin pareja? A ver si se te pasa el tren..." En lugar de encenderte y empezar a justificarte o devolverle el comentario con algo igual de punzante, aplicas el banco de niebla y dices: "Sí, quién sabe..." o "Puede ser". Resultado: la tía se queda sin material para seguir con la conversación y tú evitas que la cena se convierta en un debate sobre tu vida sentimental.

Otro clásico: en el trabajo, un compañero con mala actitud te suelta un "Deberías esforzarte más en lo que haces". En vez de responder con un "¿Perdona? Yo hago más que tú" o justificarte con un monólogo sobre tus responsabilidades, sueltas un simple "Gracias por decírmelo" o "Puede que tengas razón". Y ya está, fin de la discusión antes de que empiece.

El truco está en no ofrecer resistencia, como una nube de niebla en la que los ataques se disuelven. Cuanto menos combustible des, más rápido se apaga el fuego.

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Sufrir por amor es algo que todos hemos experimentado. No importa si fue por una ruptura, un amor no correspondido o una...
23/10/2025

Sufrir por amor es algo que todos hemos experimentado. No importa si fue por una ruptura, un amor no correspondido o una relación que se fue desgastando. El dolor no es solo cuestión de romanticismo barato, es un golpe directo a nuestra forma de ver el mundo, a nuestras expectativas y, muchas veces, a nuestra autoestima.

Porque cuando alguien nos deja o no nos elige, no solo duele la ausencia, duele lo que creíamos que iba a ser. Nos enfrentamos a un vacío que parece no tener fondo. Pero ese dolor no es solo por los recuerdos o por las canciones de desamor que nos torturamos escuchando en bucle. No, hay algo más profundo ahí.

Cuando nos enamoramos, el cerebro está en una especie de "fiesta química". Dopamina, oxitocina, serotonina... Un cóctel de sustancias que nos hacen sentir euforia, apego y bienestar. Pero cuando la relación se rompe, es como si alguien apagara la música de golpe. Tu cerebro entra en abstinencia, buscando desesperadamente ese chute de felicidad que ya no llega.

Es como si te quitaran el chocolate más rico que has probado y encima te dijeran que nunca más podrás volver a comerlo. Un drama. Pero además de la química, el desamor toca: miedo al abandono, al rechazo, a no ser suficiente. Muchas veces sufrimos más por la idea de lo que habíamos construido en nuestra cabeza que por lo que realmente teníamos.

Idealizamos, inflamos, ponemos en un pedestal lo que fue. Y cuando todo se derrumba, sentimos que nos arrancaron una parte de nosotras.

La buena noticia: esto pasa.

La mala: no basta con llorar y esperar. Hay que hacer trabajo interno.

Preguntarte qué aprendiste, qué patrones no quieres repetir, cómo puedes darte a ti misma el amor que buscabas afuera. En vez de buscar culpables (él, tú, Mercurio retrógrado), concéntrate en qué puedes hacer hoy para estar un poquito mejor.

Quizá empezar por apagar la playlist masoquista y salir a respirar.

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El duelo no es solo mirar atrás y extrañar lo que tuvimos. Es enfrentar el vacío de lo que jamás será. Nos enseñaron que...
22/10/2025

El duelo no es solo mirar atrás y extrañar lo que tuvimos. Es enfrentar el vacío de lo que jamás será. Nos enseñaron que el dolor de una pérdida está en los recuerdos, en lo vivido, pero lo que realmente destroza es despedirse de un futuro que parecía escrito.

Es la casa en la que nunca vivirás. Es la boda que imaginaste y que jamás sucederá. Son los abrazos que ya no recibirás, las conversaciones que quedarán en el aire, los viajes que nunca se harán. Es el plan de vida que construiste en tu mente y que, de golpe, se convierte en un boceto inacabado, en un mapa sin destino.

Porque cuando alguien se va, no solo te deja con su ausencia. Se lleva la parte de tu historia en la que contabas con esa persona. Te deja con la incertidumbre de lo que viene, con la tarea de aceptar que el camino que habías planeado ya no existe. Y ahí es donde se instala el verdadero duelo: en la sensación de estar perdida, en la renuncia obligada a lo que creías seguro.

Lo más difícil no es soltar el pasado, sino renunciar a lo que esperabas del futuro. Porque la mente se aferra a lo que pudo haber sido, a los “y si…”, a los sueños que parecían alcanzables. Pero aunque duela, aunque parezca imposible, es necesario. Aferrarse a lo que ya no puede ser solo alarga el sufrimiento, mantiene la herida abierta sin permitir que cicatrice.

Aceptar que ese futuro no ocurrirá no significa perder la esperanza. Significa abrir espacio para nuevas posibilidades, para caminos que aún no ves, pero que están ahí. El proceso no es rápido ni lineal. Hay días en los que sentirás que avanzas y otros en los que todo volverá a doler.

Pero poco a poco, sin prisa ni presión, llegará un momento en el que empieces a construir algo nuevo. No lo que habías planeado, pero sí algo en lo que puedas volver a encontrar sentido. Y de eso se trata seguir adelante.

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21/10/2025

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Hay una ironía cruel en la vida: muchas personas acaban en terapia, no por lo que hicieron, sino por lo que les hicieron...
20/10/2025

Hay una ironía cruel en la vida: muchas personas acaban en terapia, no por lo que hicieron, sino por lo que les hicieron. Crecen con padres que nunca estuvieron presentes, pero se quedan con la culpa de no haber sido suficientes para retenerlos.

Pasan por relaciones con parejas que les manipularon, mintieron o les hicieron sentir pequeñas, y aún así se preguntan qué hicieron mal. Soportan amistades que les usaron como pañuelo emocional, pero que desaparecieron cuando ellas necesitaron apoyo. Jefes explotadores que les hacían sentir reemplazables, hasta que ellas mismas empezaron a creérselo.

Y mientras tanto, los responsables siguen con su vida sin perder el sueño. No se cuestionan el daño que dejaron atrás. No hacen el más mínimo esfuerzo por reparar lo que rompieron. Para ellos, un simple “no fue mi intención” o un “así soy yo” es suficiente para seguir adelante, dejando a otras personas con las manos llenas de pedazos rotos. Porque para muchos, pedir perdón es un trámite, no un compromiso real de cambio.

No todo lo que te duele es tu culpa. No todo lo que te afecta significa que hay algo mal en ti. A veces, lo único que hiciste fue confiar en alguien que nunca aprendió a cuidarte.

Y en lugar de preguntarte por qué te duele tanto, la verdadera pregunta debería ser: ¿por qué sigo justificando a quien no supo valorarme?

Ir a terapia no es sinónimo de estar rota, sino de estar dispuesta a entenderte, a sanar y a romper patrones antes de repetirlos una vez más. No vas para arreglar lo que otra persona dañó, sino para aprender a poner límites, para dejar de cargar con la responsabilidad de cambiar a quien nunca tuvo la intención de mejorar.

Porque al final, la lección más importante no es cómo aguantar más dolor, sino cuándo decidir que ya no quieres soportarlo. No se trata de hacerte más fuerte para quedarte, sino más sabia para saber cuándo es momento de irte.

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Martes 09:00 - 21:00
Miércoles 09:00 - 21:00
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