21/04/2025
La vida avanza sin pedir permiso, y entendemos que si avanzamos con ella, el dolor pasará…, que el sufrimiento quedará atrás cuando llegue el “Sol”, pero la vida no funciona así, no es lineal, ni tiene n**o y desenlace.
La realidad a veces implica que sobrevivir al dolor pasa por “encapsular” lo que se siente, por poner el foco en el presente o en personas que suponen una motivación más importante para ti que tú mismo.
Ser coherente con nosotros mismos a veces supone llevarle la contraria a lo que sentimos, implica elegir dar pasos en la dirección que consideras correcta, con la esperanza de que en algún momento, tú contexto sanará y tú podrás disfrutar en paz…, pero cuando llega ese momento, el agua tranquila te permite ver el fondo con más claridad que nunca y descubres que el dolor sigue ahi, intacto, con la capacidad de hacerte vivirlo como si hubiese sido ayer, y es que el agua en calma, la mente serena, no significa siempre bienestar, a veces el proceso nos lleva a experimentar el dolor con una nitidez que abruma, nos lleva a reencontrarnos con la persona que siente el trauma, a la que soltamos cuando el mundo se paró, para seguir haciendo que todo a su alrededor siguiese funcionado, es abrazarte a ti mismo y sentir que no lo merecías, no lo mereces y no merecerás todo lo que ese impacto condicionará tu vida para siempre.
Si estás sanando, si la terapia te ha llevado tan lejos que sientes orgullo de tus pasos y de tu presente, y miras con optimismo el futuro, es todo mérito tuyo y de quien te da la mano fuerte cada vez que avanzas con paso dubitativo. La mala noticia es que hay vivencias que te dañan en lo más profundo, que tocan el alma y te transforman, acompañándote para siempre y nublando etapas que están llenas de felicidad y de paz. La vida siempre tiene sombra y esta se vuelve más intensa cuando sales del cobijo que te daba la oscuridad.