23/05/2024
Reescribiendo lo que escribí hace diez años…
"AYER, HOY Y MAÑANA"
Lo que estaba ya no está ahí, aunque tus sentimientos se anclen en el tiempo como anclas herrumbrosas de barcos ya hundidos.
Aferrarse al pasado solo provoca intenso dolor y refuerza un mecanismo recursivo masoquista. Es el cambio, a veces imperceptible, a veces avasallador, pero es quizá la única verdad imperturbable. Flujo invisible pero implacable de redes inextricables. Karma, física cuántica, Dios moviendo la cinta del tiempo… que importa.
Llenamos de formol los espacios de nuestras memorias, para frenar el ilusorio devenir del mañana; mañana que es hoy. ¡Paradoja de la "impermanencia"!
Protegemos el pasado, como arqueólogos celosos de su trabajo, pacientes y precisos. Hacemos monumentos visibles del tiempo invisible. Quitar esa arruga, guardar esa foto, mirar al pasado despreciando el olvido. Y así desde el principio, dominados por esa memoria en manos de los policías del tiempo. ¡Y la memoria reconstruyéndose a sí misma en cada acto de rememorar! Pura ciencia…
Cambio, flujo, interdependencia y olvido de lo pequeño que nos lleva a lo “grande”.
Miro esa foto que he subido con esta entrada, de una huella pasada, y sin abrazarme al pasado observo:
- Años `70, un SEAT 850 especial cuatro puertas. ¡Un lujo de clase media! Un chaval imberbe, feliz de la felicidad de su padre. (La estética es real: pantalones, coche…Gracias Mary, hermana, por enviarme estas fotos en blanco y negro que inspiraron este artículo).
Veo la foto, me veo a mi… pero no veo lo que me identifica. ¡Ah! Sí, claro, la memoria. Y la gente que quizá me recuerde (si no han alcanzado ya el “parinirvana”). Soy una construcción-puzle de realidades infinitas: Fragmentado, disipado pero reunido cuando me “veo” más allá de la forma, del deseo de permanecer, de la necesidad de no cambiar, de la necedad de sentirme “yo” resonando emocionalmente como un “ser sintiente” sexagenario que mira a un chaval de catorce años al lado de un “cochazo” congelado en el tiempo.
¿Qué soy, pues? Soy (somos, creo) un flujo de acciones y de consciencia en continuo cambio. Impulsados por emociones que transmutan, memorias frágiles que apenas conservan nada de su sólida imagen del ayer. Pero ahí, en el fondo, late la luz del Alma, del Ser, de Rigpa, “que vive más allá de la vida”, que es Eterno y que trasciende las limitaciones de la memoria y de las palabras.
Bueno, respiremos con conciencia y hallemos esperanza en esta homilética profana.
Centremos la atención en el “mágico” ahora; oremos al infinito por encima de lo finito. Aprehendamos la esencia del estar por encima de la necesidad de “ser”. Caminos múltiples que se unen: meditación, oración… ¡que gozo sentir el abrazo benevolente de la experiencia personal! Es un inefable estado de paz que se eleva por encima de la ilusoria realidad inmediata. La conexión inefable con lo divino.
No me mires, no te mires, no me juzgues, no seas juez y parte de nada ni nadie durante… unos minutos cada día. Solo unos minutos cada día desvestido de ayer, de hoy y de... memoria y prejuicios.
Luego vuelve a ser “tú mismo” (¿?), el de “ayer” y el de “hoy” que lee estas líneas. Y sonríe, regala al mundo, a la eternidad... una sonrisa inmortal.
Muchas bendiciones a todos.