10/09/2019
Yogananda pronto iba a marcharse a América para comenzar la que fue sin duda la etapa más importante de su vida. ¿Cómo era la cultura india que él representaba? ¿Cuáles eran sus valores? Escribir una disertación sobre este tema requeriría no ya algunas páginas, ¡sino una biblioteca completa! Aún así pueden decirse algunas cosas, sencillas y concretas.
La cultura india no ha sido jamás, como la entendieron los ingleses, una importación procedente de territorios allende las fronteras indias, llevada al país desde Occidente por una mítica raza aria. Se han escrito muchos libros con la premisa de que la única grandeza que puede encontrarse en la cultura india procede del exterior; han sido tantos que no es fácil afirmar lo contrario. Napoleón dijo: “La Historia es una mentira acordada”. Max Müller llegó a afirmar que la cuna de la “raza aria” era Alemania. Hi**er utilizó esta declaración para insistir en que el pueblo alemán (rubio, de ojos azules, ¿cómo él mismo?... ¡en realidad no son muchos los alemanes que responden a esta descripción!) era la “raza superior (herrenvolk)”.
A la propagación de estas tendenciosas teorías ha contribuido el hecho de que a los indios nunca les ha apasionado la Historia. De todas formas, en descubrimientos como los de Mohenjo Daro y Harappa (ruinas antiguas que datan de hace miles de años) han aparecido construcciones y objetos que son claramente producto de la cultura hindú.
Quizá la cronología histórica no haya sido de gran importancia para los indios de la antigüedad, pero desde luego registraron ciertos acontecimientos antiguos, y que no pertenecen a la mitología. El hinduismo - el mismo nombre es una imposición extranjera, basada en la referencia occidental a una cultura situada “al otro lado del río Indo”- era conocido por los pobladores originarios como Sanaatan Dharma, la “Religión Eterna”. Esta religión no debe ser confundida con la plétora de dioses indios, que son únicamente representaciones de ciertos ideales espirituales, y que no son ídolos. El mensaje esencial de la India afirma la unidad de todas las religiones, puesto que toda la Creación es una emanación del Espíritu Supremo y es tan sólo un sueño. El destino de la Creación, y por tanto el destino de cada alma presente en ella, es reabsorberse finalmente en ese Espíritu. Nosotros no somos más que olas del océano de Brahman. Nuestra conciencia procede de Él y no del simple hecho de que tenemos cerebro. La conciencia no se acaba cuando, al morir, dejamos nuestros cuerpos. En realidad tenemos la misma edad que Dios mismo. El alma no puede crearse ni destruirse. Es eterna.