29/06/2022
Todo hombre, y mujer.
PARA OBSERVARSE ES INDISPENSABLE OPONERSE A LOS HÁBITOS.
(G.I. Gurdjieff).
Todo hombre adulto es un tejido de hábitos, si bien, en la mayoría de los casos, no se da la menor cuenta de ello y pudiera aun afirmar que no tiene hábito alguno. Esto nunca puede ser así. Los centros están repletos de hábitos y un hombre jamás puede conocerse hasta haber estudiado todos sus hábitos.
La observación y estudio de los hábitos es particularmente difícil porque para verlos y constatarlos es necesario escapar de ellos, liberarse de ellos, aunque sea tan sólo por un momento. Mientras un hombre está gobernado por un hábito determinado, no puede observarlo; pero desde su primer intento de combatirlo, por débil que éste sea, lo siente y repara en él. Por eso, para observar y estudiar los hábitos es necesario tratar de luchar contra ellos. Esto nos abre una vía práctica para la observación de sí.
He dicho anteriormente que un hombre no puede empezar su trabajo sobre sí con el intento de cambiar algo en sí mismo, al comenzar su trabajo sólo puede observar y constatar. Pero es igualmente cierto que un hombre no puede observar ni constatar nada si no trata de luchar consigo mismo, es decir, contra sus hábitos.
Esta lucha no puede dar resultados inmediatos; no puede conducir a ningún cambio permanente o duradero. Pero permite saber a qué atenerse. Sin lucha un hombre no puede ver de qué está hecho. La lucha contra los pequeños hábitos es muy difícil y fastidiosa, pero sin ella es imposible la observación de sí.
Desde su primera tentativa de estudiar su actividad motriz elemental, el hombre tropieza con sus hábitos. Por ejemplo, puede querer estudiar sus movimientos, puede querer observar cómo camina. Pero nunca lo logrará por más de un instante, si sigue funcionando de la manera habitual. En cambio, si comprende que su manera de caminar está constituida por un cierto número de hábitos: pasos de cierta longitud, un cierto porte, etc., y si trata de cambiarlos, es decir caminar más o menos rápido, alargar más o menos el paso, será capaz de ver en sí mismo y estudiar sus movimientos mientras camina. Si un hombre quisiera observarse mientras escribe, debe tomar nota de la manera en que sostiene la pluma y tratar de tomarla de otro modo; entonces se hace posible la observación de sí.
Como vemos, un hombre debe tratar de no caminar de manera habitual, de sentarse en forma desacostumbrada, debe tratar de permanecer de pie cuando normalmente se sienta, de sentarse cuando está acostumbrado a estar de pie, de realizar con la mano izquierda los movimientos que acostumbra hacer con la mano derecha y viceversa. Todo esto le permitirá observarse y estudiar los hábitos y asociaciones del centro motor.
En el dominio de las emociones es muy útil tratar de luchar contra el hábito de dar expresión inmediata a las emociones desagradables. Muchas personas encuentran muy difícil evitar expresar sus sentimientos acerca del mal tiempo. Les es aún más difícil guardar para sí las emociones desagradables cuando estiman que han sido violados el orden o la justicia tal como ellos la conciben. La lucha contra la expresión de las emociones desagradables no sólo es un excelente método para la observación de sí, sino que tiene otro significado. Esta es una de las pocas direcciones en las que un hombre puede cambiar o cambiar sus hábitos sin crear otros indeseables.
Es por esto por lo que desde el comienzo la Observación de Sí y el 'estudio de sí' deben estar acompañados de una lucha contra la expresión de las emociones desagradables.
Si el hombre sigue todas estas reglas al observarse a sí mismo, descubrirá una cantidad de aspectos muy importantes de su ser. Para comenzar constatará con claridad indudable el hecho de que sus acciones, pensamientos, sentimientos y palabras, son el resultado de las influencias exteriores y que nada procede de él mismo. Comprenderá y verá que de hecho es un autómata que actúa bajo la influencia de estímulos exteriores. Experimentará su completa mecanicidad. Comprenderá que todo sucede. Que el hombre no puede hacer nada. Que es una máquina gobernada desde el exterior por choques accidentales. Cada choque llama a la superficie a uno de sus "yoes". Con un nuevo choque este "yo" desaparece y otro ocupa su lugar. Uno pequeño cambio en el mundo circundante y he aquí nuevamente otro "yo".
Desde este momento el hombre comenzará a comprender que no tiene el menor poder sobre sí mismo, que nunca sabe lo que puede decir o hacer al minuto siguiente y que no puede responder de sí mismo ni siquiera por algunos, instantes. Se convencerá de que si permanece tal cual es y no hace nada extraordinario se debe simplemente a que no se produce ningún cambio exterior extraordinario. Se convencerá de que sus acciones están totalmente gobernadas por las condiciones exteriores y que no hay en él nada permanente de donde pueda proceder un control, ni una sola función permanente, ni un solo estado permanente.