14/11/2025
A veces creemos que la vida se nos vuelve insoportable, como si el mundo se empeñara en empujarnos hacia un borde que nunca pedimos. Pero no es verdad. Las circunstancias son sólo oleaje. Lo que realmente nos sostiene—o nos derrumba—es el significado que somos capaces de encontrar entre ellas.
Hoy estamos aquí para despedirte, y lo hacemos con esa certeza suave y un poco dolorosa: la tuya fue una vida que buscó sentido incluso en los días más densos, incluso cuando el mundo ofrecía poco más que ruido. Tú supiste inventarte un propósito, aunque fuera pequeño, aunque cambiara de forma, aunque algunos no lo vieran. Porque eso era lo tuyo: encontrar música donde otros sólo escuchaban viento.
Y quizá por eso esta despedida no suena a final, sino a un silencio previo a otro movimiento. Como cuando en un concierto alguien detiene las manos sobre el piano y sabemos, sin saber por qué, que la melodía aún no ha dicho su última palabra.
Nos dejas preguntas, sí. Y vacío. Pero también un mapa hecho de gestos tuyos—gestos que decían que vivir merecía la pena si éramos capaces de mirar con intención, de buscar lo que importa, de sostener lo frágil.
Hoy te marchas, y el mundo pierde un habitante, pero no tu significado. Ese se queda. Se queda en quienes te quisieron, en quienes te escucharon, en quienes aprendieron, sin que tú lo supieras, a dar un paso más cuando la vida pesaba.
Gracias por haber pasado por aquí. Gracias por haber buscado propósito, incluso cuando costaba. Ahora descansa. El resto… lo seguimos escribiendo nosotros.
Con la misma música. Con la misma luz que dejaste encendida.