Sabemos que un libro tiene la capacidad de transportarnos lejos de nosotros mismos, a mundos desconocidos, nuevos, a situaciones insólitas, a momentos ajenos totalmente a lo que es para nosotros cotidiano. Que nos acerca a personajes que tal vez nunca podamos cruzarnos en la calle, pero a los que llegamos a conocer como auténticos compañeros de piso. Sabemos que un libro nos ayuda a desconectar de
nuestro entorno inmediato y a la vez, y he aquí su maravillosa paradoja, que es capaz de acercarnos a nosotros mismos en apenas dos líneas. Un libro ayuda al lector a leer sobre sí mismo, sin ser nombrado, esa es su magia.
¿Por qué no explorar estas cualidades tan profundas y demostradas con las dolencias del alma como medio de conocimiento de sí? ¿Por qué no atrevernos a viajar con los libros hacia nuestro propio interior? Realmente ya lo hacemos con cada lectura, pero más podremos explorar si sabemos que la aventura está servida, que el camino, aún trazado, está por descubrir, y que, como dice Cavafis en su Ítaca, esto es lo que cuenta. Ahora pretendemos profundizar con mayor seriedad en su investigación y, en la medida de lo posible, compartirlo y propagarlo, que es lo que se debe hacer con los dones que nos son otorgados.