12/02/2025
En 2019, recorría muchos kilómetros cada semana para llevar el yoga a distintas personas.
Daba clases en el Spa de Ranillas, en asociaciones de más de cinco pueblos, y en cada lugar encontraba alumnos maravillosos, llenos de entusiasmo y compromiso.
Pero un día, tomé una decisión y dejé casi todo.
Aún me remueve al acordarme.
No fue fácil cerrar esas puertas.
Sabía que el yoga era mucho más que una serie de posturas y que, para compartirlo como realmente lo sentía, necesitaba otro espacio, otro enfoque, otra manera de hacer las cosas.
Así nació mi escuela de yoga en Zuera, viculada por supuesto, a Sanatana Dharma.
Mantuve mis clases en Zuera y Leciñena, pero solté el resto.
Cinco meses después, llegó la pandemia.
Y pensé que era el fin del proyecto que se acababa todo.
Acababa de abrir mi escuela, de lanzarme a esta nueva etapa, y de repente, el mundo se detuvo.
Pero gracias a todas las personas que, desde sus casas, siguieron practicando conmigo desde mi web, y me apoyaron acudiendo a clase cuando se podía y como se podía, el yoga no se detuvo.
Seguimos juntos y con algunas de esas personas a distancia pero más cerca que nunca. Y ese apoyo, esa conexión, hicieron que hoy el centro de yoga, mi escuela, siga abierto y que las clases online continúen llegando a quienes las necesitan.
Porque el yoga no es solo moverse, es descubrirse, es escucharse, es darse cuenta.
Tomar decisiones sin saber qué hay al otro lado da vértigo. Nos aferramos a lo seguro, a lo predecible.
Pero a veces, lo más seguro es dar el salto, confiar en el propio camino y recordar que, aunque no sepamos qué nos espera, podemos estar seguros de lo que llevamos dentro.
Y ese, siempre, es el mejor punto de partida.
Si quieres unirte a las clases, tanto en el centro como online, puedes suscribirte desde la web: https://janakiyoga.com/
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