14/04/2025
La parálisis facial periférica es un problema clínico relativamente frecuente. La mayoría de los casos quedan englobados dentro del tipo de Bell o idiopática, pero es importante recordar que un número apreciable de estos pacientes presenta otro tipo de patología subyacente. En el presente artículo revisamos las diferentes teorías etiológicas, la presentación clínica, las técnicas diagnósticas fundamentales y los distintos tratamientos propuestos en la actualidad.
La parálisis facial periférica es un cuadro relativamente frecuente de etiología y evolución variada. La forma más habitual es la parálisis de Bell o idiopática. Generalmente constituye una patología benigna, aunque su recuperación es variable y en ocasiones tiene el riesgo de dejar secuelas permanentes que pueden ir más allá de lo puramente cosmético.
Clínicamente consiste en una parálisis de toda la musculatura de la cara, diferenciándose de este modo de la de origen central, en la que únicamente se ve afectada la porción inferior de la misma.
El diagnóstico de esta enfermedad, a pesar de ser de exclusión, está basado prácticamente de forma exclusiva en hallazgos clínicos.
El tratamiento combina métodos físicos con otros farmacológicos (esencialmente corticoides), pero en ocasiones además deben ser complementados con cirugía rehabilitadora y reentrenamiento neuromuscular.
El diagnóstico de la parálisis facial periférica está basado fundamentalmente en la historia clínica y la exploración física, ayudado en ocasiones por las exploraciones complementarias citadas, y ha de ir encaminado a distinguir entre la forma periférica y la central. Repasemos los conceptos brevemente:
1) Central. Es aquella que se acompaña de hemiplejía del mismo lado, afecta al movimiento voluntario de la musculatura inferior de la cara, conservándose el ramo frontal. Además suelen ser normales los movimientos faciales reactivos a emociones. Entre las causas más frecuentes que la provocan destacan los accidentes cerebrovasculares, los tumores y las infecciones.
2) Nuclear. Suelen asociarse a déficit de vías largas y afectación del VI par.
3) Periférica. Hay afectación de las tres ramas, es decir, pérdida del movimiento voluntario y emocional en todos los músculos faciales del lado afectado, alteración de la secreción lagrimal y, en determinadas circunstancias, hiperacusia.
Diagnóstico diferencial
Teniendo claro que se trata de una parálisis facial periférica, hay que distinguir la forma idiopática (80%) de otras formas secundarias, principalmente para instaurar un tratamiento correcto y determinar el pronóstico. Nos hará sospechar que se trata de una parálisis facial periférica idiopática su instauración rápida, de menos de 48 horas de evolución, la exploración de cabeza, cuello y oído normal y la recuperación de la movilidad de la musculatura facial como máximo en seis semanas. Por el contrario, nos orientará hacia una parálisis facial periférica posiblemente no idiopática una instauración del cuadro clínico lenta y progresiva, con presencia de espasmos previos a la parálisis, afectación de una sola rama o bien afectación bilateral y falta de recuperación en seis semanas.
Complicaciones
Una parálisis facial no recuperada totalmente puede dejar secuelas no sólo por la ausencia de función, flacidez o contracturas, sino por las consecuencias clínicas de la reinervación aberrante como son las sincinesias y las lágrimas de cocodrilo.
Fuente bibliográfica:
Biblioteca Médica Elservier.
Fuente de imagen:
MSP

Dr. Omar G. Guillermo Henríquez
Divulgador Científico