
27/07/2025
En el contexto del ejercicio, se ha observado que el alcohol interfiere con la síntesis de proteínas musculares, limitando la capacidad del cuerpo para reparar y construir tejido después del entrenamiento (PUBMED:31136606).
Además, el sueño —fundamental para la recuperación neuromuscular y hormonal— se ve alterado. Aunque el alcohol puede inducir somnolencia inicial, fragmenta las fases profundas del sueño, disminuye el sueño REM y reduce la calidad global del descanso (PUBMED:31790561).
A nivel cognitivo, estudios recientes han demostrado que el consumo habitual de alcohol, incluso en rangos considerados “moderados”, se asocia con deterioro en la memoria episódica y en la velocidad de procesamiento mental (PUBMED:31192568).
Estas alteraciones no se perciben siempre de inmediato, pero tienen efectos acumulativos que pueden comprometer la capacidad de aprendizaje, la toma de decisiones y el bienestar emocional a largo plazo.
Desde el punto de vista endocrino, el alcohol afecta la secreción de hormonas como la testosterona y la hormona de crecimiento, esenciales para la reparación tisular, el equilibrio energético y el ánimo.
En situaciones de esfuerzo físico o mental elevado, como entrenamientos intensos o periodos de alto rendimiento laboral, el consumo frecuente de alcohol amplifica la fatiga, reduce la motivación y retrasa la recuperación.
No se trata de eliminar completamente su consumo, sino de comprender sus efectos y tomar decisiones conscientes. La moderación no solo preserva el rendimiento, sino que protege procesos biológicos fundamentales.
Cuidar el cuerpo también implica saber cuándo decir “hoy no”. La salud se construye con decisiones diarias, y el equilibrio es una herramienta poderosa.