27/06/2025
Movimiento con Propósito: Terapia en la Vida Real
Por Carlos González
En la terapia que realizo, llamada Movimiento con Propósito, unimos tres poderosas técnicas: Neuronet, gimnasia cerebral y kinesiología holística, integradas bajo el enfoque de la disciplina de amor y lógica. Esta combinación busca no solo desarrollar habilidades físicas y cognitivas, sino también fortalecer vínculos y fomentar autonomía en los niños.
Una de las experiencias más enriquecedoras que ofrezco es trasladar la terapia al aire libre, llevando lo aprendido en el cubículo a situaciones reales, donde cada paso, cada movimiento, se convierte en una oportunidad para aprender y crecer.
Comenzamos... bajando gradas
Sí, algo tan cotidiano como bajar gradas se transforma en una poderosa herramienta terapéutica. Alrededor de 60 gradas —entre subir y bajar— se convierten en el escenario ideal para trabajar el equilibrio, el control corporal, y enseñar a alternar los pies correctamente.
Los niños aprenden que moverse es más que desplazarse, es hacerlo con intención, conciencia y coordinación.
Corremos... a nuestro ritmo
Con los más grandes, nos lanzamos a correr por un sendero de aproximadamente 4 kilómetros. Lo hacen a su propio ritmo, mientras trabajan patrones respiratorios, atención al terreno, control de brazos, y la planificación motora para subir pendientes pronunciadas.
Si desean agua, deben expresarlo: “quiero agua”. Llegan al bebedero, calculan la fuerza con la que aprietan el botón. Si es mucha, el agua sale desbordada; si es poca, no sale nada. Aprenden causa y efecto en un contexto natural. Saludamos a quienes pasan cerca con un “¡buenos días!”, fortaleciendo habilidades sociales.
Para los más pequeños: jugar es aprender
Con los más pequeños —siempre acompañados por sus padres— subimos y bajamos pequeñas y grandes montañas. Ellos eligen cómo bajar: parados, sentados o saltando. Algunos llevan su bicicleta, otros prueban la cuerda para saltar. Siempre hay espacio para invitar a otros niños que se acercan y preguntan si pueden jugar. ¡Claro que sí! La terapia también es un puente hacia la inclusión y la socialización.
Jugamos con intención
Llevamos pelotas de fútbol, básquet, aros, guantes de béisbol… lo que despierte interés. El objetivo no es el deporte como competencia, sino el juego como motor de desarrollo.
Eso sí, los papás deben recordar:
Evitar ayudar a bajar.
Evitar cargar el pachón.
Evitar resolver por ellos.
Evitar cargar a los niños .
Observar, permitir, acompañar. Darles la oportunidad de descubrir lo que sí pueden hacer.
Naturaleza que sana
El aire libre ofrece un entorno multisensorial: el viento, los colores del cielo, el olor a hierba mojada, el canto de los pájaros... Todo esto estimula el sistema propioceptivo y nos recuerda que el cuerpo aprende en movimiento y que la naturaleza puede ser la mejor sala de terapia.
Reflexión final
La mayoría de padres terminan cansados… y sorprendidos. Se dan cuenta de que habían subestimado las capacidades de sus hijos. El verdadero cambio no solo ocurre en el niño, sino en el adulto que empieza a mirar con nuevos ojos.
Movimiento con Propósito es más que una sesión de ejercicios. Es una invitación a redescubrir el poder de jugar, de moverse, de vivir la terapia como parte de la vida cotidiana. Dentro o fuera del cubículo, lo esencial es crear experiencias que conecten cuerpo, mente y emoción.
¿Y tú, ya saliste hoy a jugar con tu hijo?