
13/07/2025
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¿Sabías que durante una cesárea, le cortan a una mujer siete capas de su cuerpo? Primero, la piel. Luego la grasa. Después los músculos, las membranas, el útero…
Todo eso para que pueda nacer su bebé.
Y lo más impactante: ella está despierta mientras ocurre.
La cesárea es una cirugía mayor.
No es una “salida fácil”, como algunos piensan.
Es un procedimiento que se hace cuando el parto natural representa un riesgo para la mamá o el bebé.
Cuando el bebé viene de nalgas, cuando hay sufrimiento fetal, cuando la placenta está obstruyendo el canal de parto…
Cuando la vida está en juego, el bisturí es la única opción.
El médico aplica anestesia, hace una incisión sobre el p***s, abre el abdomen, luego el útero, y saca al bebé en solo unos minutos.
Después viene lo más largo: cerrar capa por capa.
Suturar todo lo que fue abierto.
Volver a unir a la mujer que se partió en dos por amor.
Pero lo peor no siempre es la cirugía.
Lo peor viene después.
El ardor que atraviesa el abdomen.
El dolor de intentar caminar.
El miedo de que los puntos se abran con cualquier esfuerzo.
No poder cargar a tu bebé por el dolor.
No poder reír, estornudar, toser, ni dormir bien.
Aun así, aunque el cuerpo esté herido, ella tiene que levantarse.
Dar pecho.
Cuidar.
Ser fuerte.
Sonreír.
Porque el mundo no se detiene para las madres que acaban de parir.
La cesárea deja una cicatriz en la piel…
Pero también en el alma.
Y a pesar de todo ese dolor,
ella lo volvería a hacer.
Una, diez, mil veces más.
Porque así es el amor de una madre:
se abre, se parte, y se cose… por alguien que aún no puede decirle “gracias”.
¿Tú conocías todo esto?
¿Te ha tocado vivirlo?
Te leemos en los comentarios.
Y si este texto te hizo pensar en alguna mujer que ha pasado por esto…
abrázala más fuerte.
Porque ahora sabes por qué duele tanto.
Este contenido tiene fines educativos y busca generar empatía y conciencia sobre el proceso de una cesárea