
18/08/2025
LITURGIA 19 de Agosto del 2025
Ciclo C- Año par - Color Verde
20ª Semana del Tiempo Ordinario
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 19,23-30.
Jesús dijo entonces a sus discípulos: "Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos.
Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos".
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible".
Pedro, tomando la palabra, dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
Palabra del Señor.
Reflexión
Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos!
¿Se puede realmente alcanzar la paz interior y la serenidad buscando las ofrendas efímeras de este mundo?
La fortuna, la fama e incluso el poder jamás podrán darnos la paz duradera que anhela nuestro corazón. Podemos poseer todas las riquezas que este mundo ofrece, pero no servirán de nada si no tenemos paz interior, serenidad y, sobre todo, a Dios. Basta con observar las vidas de muchas personas ricas, famosas y poderosas que, a pesar de tenerlo todo, terminaron sus vidas en la desesperación. Sus historias nos recuerdan que las riquezas mundanas no pueden llenar el vacío del alma.
En el Evangelio de hoy, Jesús dijo a sus discípulos que es difícil para un rico entrar en el Reino de los Cielos. Se refería al hombre rico que no pudo desprenderse de sus tesoros por el bien de los pobres y por seguirlo. Jesús lo invitó amorosamente a ser su discípulo, pero él rechazó la gloriosa oferta, aferrándose en cambio a sus riquezas. Qué decisión tan trágica: rechazar las riquezas eternas por posesiones temporales. (Mateo 19:16-22)
Ser rico no es pecado. Pero las riquezas se convierten en una trampa peligrosa cuando ocupan el lugar de Dios en nuestros corazones. Cuando la riqueza se convierte en nuestro ídolo, cuando no podemos desprendernos de ella ni siquiera por amor al Reino de Dios, corremos el riesgo de perder no solo nuestra paz, sino también nuestra vida eterna. Cuando nos enamoramos de las riquezas efímeras, comenzamos a justificarlo todo, incluso los mismos pecados que Jesús detesta, con tal de conservar o acumular más riquezas.
Por ejemplo, podemos dejarnos esclavizar por la avaricia, tratando la riqueza como nuestro dios. Algunos incluso pueden caer en la corrupción o comprometer sus valores solo para ganar más. Este es el peligro espiritual del que Jesús nos advierte cuando dijo: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Dios». Esta poderosa hipérbole no pretende desanimarnos, sino despertarnos. Nos llama a examinar: ¿Servimos a Dios o a la riqueza?
Pensándolo bien, ¿es malo ser rico? Por supuesto que no, siempre y cuando no hagamos de nuestras riquezas terrenales nuestro dios. La riqueza, al ponerla al servicio del Reino de Dios, se convierte en una bendición. Imagina usar nuestras riquezas para alimentar a los hambrientos, vestir a los pobres, edificar la Iglesia y compartir el Evangelio. La verdad es esta: cuanto más damos nuestras riquezas por amor y servicio, más aptos nos hacemos para el Reino de Dios.
Dios no nos creó para ser esclavos de riquezas perecederas. Nos creó para aspirar libremente a su Reino en el cielo, donde la verdadera paz y serenidad moran para siempre. No nos dejemos aprisionar por la falsa seguridad de las riquezas. En cambio, aferrémonos a Cristo, el tesoro eterno, porque solo en Él reside la paz que el dinero no puede comprar.
¿Te dejas esclavizar por las riquezas materiales?