
07/10/2025
LITURGIA 08 de Octubre del 2025
Ciclo C- Año par - Color Verde
27ª Semana del Tiempo Ordinario
Lectura del Santo Evangelio según Lucas 11,1-4.
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".
El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".
Palabra del Señor.
Reflexión
Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos!
¿Invocamos con frecuencia el nombre de Dios? Por ejemplo, cuando alguien de nuestra familia está enfermo, ¿oramos sinceramente por él invocando el poderoso nombre de Jesús? El nombre de Dios no es solo una palabra; conlleva poder divino. Puede sanar nuestras enfermedades y fortalecer nuestros espíritus cansados si lo invocamos con fe inquebrantable.
Cuando uno de los discípulos de Jesús le preguntó cómo orar, Jesús le reveló que el nombre de Dios es santo. Al ser santo, es sagrado y poderoso; algo a lo que siempre podemos invocar en nuestros momentos de necesidad, tristeza o incluso alegría.
Pero ¿cómo podemos ser dignos de invocar siempre a nuestro Santo y Poderoso Dios? Primero debemos esforzarnos por vivir vidas santas y crecer en nuestro conocimiento y amor por Él. Cuando buscamos sinceramente la santidad y profundizamos nuestra relación con Jesús, comenzamos a experimentar la fuerza de su presencia en nosotros. Entonces, podemos invocar su poderoso nombre con confianza y fidelidad en cualquier momento.
Por lo tanto, debemos confrontar y alejarnos inmediatamente de cualquier cosa que nos lleve al pecado, pues aquí es donde comienza la verdadera santidad. También podemos acercarnos a Dios leyendo la Biblia con regularidad y participando fielmente en la Santa Misa, donde encontramos su Palabra y recibimos su gracia.
Si comenzamos a vivir de esta manera, pronto nos resultará más fácil invocar el nombre de Dios, no solo en momentos de angustia, sino en toda circunstancia de nuestra vida. Su nombre se convertirá en nuestro consuelo, nuestro refugio y nuestra fuente de paz.
Así que, preguntémonos: ¿Aún recordamos invocar el poderoso nombre del Señor, no solo cuando estamos necesitados, sino también cuando nuestros corazones rebosan de gratitud y alegría?