15/08/2025
Diario de un Misionero en Kenia: Cuando los sueños tienen nombre.
Hace unos meses recibí la responsabilidad en Loiyangalani de acompañar a los niños y jóvenes, ancianos y enfermos de nuestra comunidad. Una responsabilidad que asumí con alegría y esperanza al saber que hay mucho trabajo por realizar para lograr acompañar los dos polos de la vida.
Aún recuerdo en mis clases de psicología en la universidad que para lograr cambiar algo en la vida personal es necesario darle nombre, reconocerlo y abrazarlo. Uno no cambia lo que no reconoce, nos decía uno de nuestros maestros en la universidad.
Siempre he estado convencido de que para cambiar nuestra realidad personal es importante conocerla, abrazarla y reconocerla. La persona que tiene problemas con el alcohol no cambiará jamás si no reconoce que el alcohol es un problema en su vida, así muchos de nuestros vicios o problemas en nuestra vida parten de ese principio. El que tiene comportamientos violentos nunca cambiará si no toma consciencia de que sus comportamientos son agresivos y violentos.
Darle nombre a nuestras situaciones personales y expresarlas ayuda para la sanación interior. Pero no quiero hacer énfasis en lo negativo o vicioso que cada uno de nosotros tiene, sino en la virtud, en la bondad y aún más en la capacidad que tienen los sueños para movilizar el interior de las personas y de las comunidades.
Siempre he sido un convencido de que el sueño es el inicio de una nueva realidad, como dice Facundo Cabral. Hace tres días, junto a algunos jóvenes del desierto, nos hemos ido a vivir por dos días en la montaña. Dos días para subir a la zona más alta que hay en este territorio para orar, reflexionar, jugar, celebrar y compartir la vida en torno a la vida de Jesús.
Han sido dos días en los que jóvenes de las diferentes tribus que habitan en esta zona del Kenia se han hecho uno, compartiendo sus sueños y proyectos, buscando crear un proyecto común que nos permita acompañar la vida de los jóvenes samburus, turkanas y el-molos.
Dos días para subir a la montaña y estar con Jesús, que es nuestro principio rector de vida y modelo a seguir. Desde lo alto de la montaña hemos contemplado la belleza de la creación y el horizonte de vida que se abre en la vida de nuestros jóvenes.
50 jóvenes, cada uno de ellos un n**o de sueños que se van desenredando en la medida que se da la posibilidad de compartir y dar prioridad a los que son más fundamentales y vitales para dar sentido a la vida. Han sido dos días en los que la capacidad de trascendencia que tenemos como seres humanos nos ha ayudado a darle nombre, rostro, corazón, manos y pies a los sueños que hay en el corazón de nuestros jóvenes y construir sueños comunes que nos hagan cómplices de la locura y alegría que representa la vitalidad de la juventud.
La espiritualidad, la cultura, el arte, la misericordia, el encuentro y otras áreas y dimensiones de la vida, han llenado de color el horizonte de la vida de nuestros jóvenes, discerniendo cuáles serán las acciones y opciones que realizaremos para construir un proyecto común para los jóvenes de Loiyangalani.
Cada joven, un universo, un potencial transformador, un n**o de sueños por discernir, una vida que se abre camino para la transformación social, un proyecto que nos llena de ilusión.
Subimos del desierto a la montaña sin conocernos y hemos regresado siendo amigos y compañeros de camino, cómplices y colaboradores de los sueños que habitan en el corazón de cada uno. La montaña nos hizo experimentar la compañía de Jesús y la alegría de sentirnos hermanos y hermanas, hijos e hijas de un mismo Dios que busca que todos y todas sean felices y buenos.
Cada uno, luego de dos días de encuentro fraterno, volvió a su realidad, a su familia y a su tribu, entusiasmado a seguir caminando y trabajando por alcanzar el sueño de Jesús que es construir el Reino de Dios en la tierra, haciendo de la humanidad una familia.
Cada joven, un sueño o mejor, muchos sueños, que hoy tienen un nombre: Tisiano, Irene, Lawrence, Totti, Cellestine, entre otros. Cada sueño, un rostro, una vida, una historia y un proyecto que se abre para la realización y la transformación de la realidad.
Darle nombre a nuestros sueños nos moviliza a su realización, nos hace definir el qué, cuándo y con quién.