28/03/2025
El aumento de los trastornos mentales como la Depresión, el Trastorno de Estrés Postraumático, el uso y abuso de sustancias adictivas han aumentado de forma radical y agresiva la salud mental de los guerrerenses y las guerrerenses afectando el bienestar social de nuestro Estado ante la discapacidad tan grave que provocan estas enfermedades en todos los ámbitos afectando las actividades laborales, familiares, económicas y muchas más que se traducen en un rompimiento total del bienestar social de quienes las padecen y de sus familiares aumentando todos los problemas sociales que ya existen .
Si bien es cierto que el desconocimiento y el
estigma al acudir al psiquiatra son un reto con el que se enfrentan mis pacientes diariamente y sigue siendo una lucha constante. Llevo años trabajando para visibilizar su importancia —en consultorios, en comunidades afectadas por la violencia, en espacios públicos donde el tema aún se ve con prejuicio—, pero los avances son lentos e insuficientes. Y no es por falta de conocimiento o voluntad de los profesionales, sino porque aun no se priorizan estas enfermedades como una urgencia médica y un derecho prioritario de atención básico.
A pesar de los esfuerzos, seguimos viendo lo mismo: recursos insuficientes, pacientes que recorren horas para recibir atención, incapacidad para sostener sus tratamientos . No es que no sepa qué hacer, pero se necesita actuar, los cambios realizados son gotas en un océano de necesidad.
En Guerrero, donde la violencia, la pobreza y los desastres naturales dejan secuelas profundas, urge un enfoque integral que vaya más allá de los discursos. Hablar de salud mental aquí significa reconocer el trauma colectivo, pero también exigir políticas públicas con presupuesto real, acceso a terapias y profesionales capacitados. No podemos permitir que la atención psicológica y psiquiátrica sea un privilegio de unos cuantos.
Alzar la voz no es solo un acto de conciencia, sino de responsabilidad.
No se trata de señalar culpables, sino de trabajar en soluciones concretas: más unidades comunitarias, programas de prevención del suicidio y apoyo real a los profesionales que laboran en contextos de alta demanda y poco apoyo.
A mis colegas: sigamos visibilizando estas carencias con evidencia y propuestas. A la sociedad: rompamos el silencio y exijamos atención digna.
Guerrero, y México entero, merecen más que promesas.
La salud mental no puede esperar.