12/02/2024
FALSAS PROMESAS
Un cuento muy sabio sobre las relaciones tóxicas:
«Érase una vez una niña. Era muy feliz y le encantaba perseguir las mariposas, corriendo por los hermosos campos verdes donde vivía. Un día soleado ella, como de costumbre, iba detrás de una mariposa azul, cuando, de repente, se topó con un sapo enorme lleno de verrugas.
¡Qué asco! -exclamó la niña, tapándose la boca.
-Es posible que te dé asco, pero soy un principe encantado.
NO puede ser -dijo la niña incrédula.
-Es verdad afirmó el sapo-. Una bruja me lanzó un hechizo. En realidad soy un principe muy guapo, apuesto y rico. Si rompes el hechizo, me casaré contigo y viviremos felices. Cada día te llevaré en brazos y te regalaré flores y joyas...
-¿Cómo puedo romper el hechizo?-preguntó la niña.
-No será fácil. Me tienes que llevar a tu casa, cuidarme, darme de comer, dormir conmigo en tu camita, darme muchos besitos, sacarme a pasear, hasta que un día te despiertes y veas que me he convertido en un príncipe. Entonces tu vida será como un cuento de hadas.
La niña escuchaba al sapo y ya no veía su piel llena de verrugas, sus ojos saltones y su boca babosa, solo veía a un joven guapo y apuesto, con cabello moreno y ojos verdes, también se veía a sí misma a su lado con un vestido blanco majestuoso, bailando en un castillo grande y lujoso.
Reprimiendo el asco, la niña llevó al sapo a su casa. A partir de aquel día su vida cambió por completo. Dejó de ir al campo para perseguir las mariposas, dejó de cantar y pasársela bien. Solo cuidaba al sapo que resultó ser muy caprichoso; le pedía cruasanes para desayunar, spaghetti con salsa bechamel para comer y ensaladas exóticas para cenar.
Dormía en la cama de la niña, dejando sus babas asquerosas por toda la sábana. La niña no paraba de fregar, cocinar y lavar la ropa de cama. No tenía tiempo para cuidarse; ya no se ponía vestidos bonitos, ni hacía peinados con lazos de colores.
Pasaron tres años y el sapo seguía siendo asqueroso; no se convertía en un príncipe azul.
A veces la niña lo miraba y le entraban ganas de echarlo a la calle para vivir como antes, pero luego empezaba a dudar y tenía miedo de equivocarse. «¿Y si falta poco?» «¿Y si mañan