
11/09/2025
Cada mañana despierto y no solo abro los ojos,
sino el alma a la certeza de que vivo en mi vocación.
El amor a mi profesión no es un traje que me pongo,
es la piel misma con la que camino este mundo.
La terapia me ha salvado,
me ha enseñado que no se trata solo de escuchar dolores,
sino de acompañar a otros a descubrir su propia luz,
y en ese viaje, yo también me encuentro,
yo también me sano.
He visto familias renacer,
niños volver a jugar,
mujeres reconocerse valiosas.
Y en cada historia que se transforma
siento que también se transforma la mía.
Soy afortunada:
la vida me regaló un oficio que es destino y pasión,
un camino que se funde con mi ser mamá y mi ser mujer.
No hay lucha entre ellos,
se abrazan y se completan,
me recuerdan que la existencia no está dividida en fragmentos,
sino que todo se entrelaza en un mismo hilo de sentido.
Amar lo que hago,
amar a quienes amo,
y saberme parte de algo más grande que yo:
esa es mi verdad.
Un existir que no huye del dolor,
sino que lo transforma,
y en ese acto de transformar,
me siento plenamente viva.