04/10/2025
Cada año, cuando llega octubre, el lazo rosa invade escaparates, camisetas, gorras, bebidas y prácticamente cualquier producto imaginable. El 19 de octubre, Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, se ha convertido en un evento marcado más por el mercadeo que por el acompañamiento a las mujeres que viven con esta enfermedad.
Para muchas pacientes, lejos de ser un día de esperanza, la fecha se traduce en un recordatorio del uso comercial de su realidad. La mercantilización del rosa eclipsa lo que debería ser el centro: las necesidades de quienes enfrentan tratamientos largos, secuelas físicas y emocionales, y diagnósticos que en muchos casos ponen la vida en riesgo.
A esto se suma una realidad incómoda: la mayoría de los productos teñidos de rosa que se venden durante estas campañas no representan un beneficio directo para las pacientes. Gran parte de esas ganancias no se traduce en acceso a medicamentos, atención integral o investigación. El símbolo se comercializa, pero el impacto real en la vida de las personas con cáncer sigue siendo mínimo.
Las campañas se llenan de sonrisas y símbolos amables, pero la experiencia del cáncer dista mucho de esa representación superficial. Las cirugías, la pérdida de autonomía, las dificultades laborales, el impacto en la vida familiar y, en los casos más graves, la muerte, no tienen nada de rosa.
En lugar de invertir en campañas de consumo, lo que muchas mujeres reclaman es atención médica integral, investigación, acceso equitativo a tratamientos y apoyo económico y social. Octubre debería ser una oportunidad para visibilizar estas demandas urgentes, no para banalizar una enfermedad que transforma vidas.