17/09/2025
Dime cómo está tu esposa...
y te diré qué tipo de hombre eres, en lo más profundo de tu corazón.
No necesito que me cuentes cuánto trabajas,
ni cuánto luchas contra los problemas del día a día.
Solo pregúntate:
¿Cómo está la mujer que comparte tu vida?
¿Cómo se siente en sus momentos de silencio?
¿Cómo la ven los que la rodean?
¿Todavía brilla con esa luz que la hacía única?
¿O esa chispa, que alguna vez fue suya, se está apagando lentamente, como una vela que se queda sin combustible?
Porque tu esposa no solo es tu compañera,
es el reflejo vivo de tu amor,
de cuánto la valoras,
de cuánto la cuidas con cada acto, con cada palabra, con cada silencio.
Si la ves cansada, si parece que se ha olvidado de sí misma,
si su mirada se vuelve vacía o triste…
tal vez en algún rincón de tu alma, hay algo que aún no has hecho.
Es cierto:
No puedes controlar todo en la vida,
pero en su bienestar, en su alegría, en su paz,
sí tienes una responsabilidad sagrada.
De brindarle apoyo emocional,
de respetarla en cada gesto,
de ser esa mano cálida y firme que ella necesita para seguir adelante.
Y aquí está la verdad que no podemos ignorar:
Hay mujeres que parecen tenerlo todo —
una casa, un hombre que las ama y respeta,
una vida que parece perfecta.
Pero en ese "tenerlo todo"
a veces olvidan quiénes son ellas mismas.
Se pierden en las expectativas,
en las tareas, en el sacrificio,
y acaban dejando de lado su esencia, su amor propio, su brillo interior.
Y eso, en definitiva, también dice mucho.
Porque el amor no es solo recibir,
es también una entrega consciente, un compromiso con uno mismo,
una decisión diaria de cuidar esa chispa que nos hace humanos.
El amor verdadero no apaga,
no desgasta,
sino que enciende, enriquece, fortalece.
Y si en tu corazón todavía late esa esperanza,
recuerda:
Cada día es una oportunidad para demostrar cuánto amas,
para cuidar, para valorar,
porque solo así, esa llama nunca se extinguirá.