31/08/2025
Lorena Margarita Medina Guerrero Ileana Corona Ugalde
Debía hablar de esto porque aunque parezca superficial, no lo es. Tu estilo y tu vestimenta son un lenguaje, uno que habla antes de que abras la boca. Y te lo digo directo: la ropa no te cambia la vida, pero sí cambia la conversación que otros tienen contigo y la que tú tienes contigo mismo frente al espejo.
Yo he aprendido que no se trata de marcas, ni de etiquetas, ni de “andar combinada”. Se trata de coherencia. ¿Qué tanta coherencia hay entre lo que dices y lo que muestras? Porque puedes hablar de éxito, de disciplina, de liderazgo… pero si tu ropa grita descuido, entonces tu mensaje se diluye. La ropa no hace a la persona, pero sí puede traicionar lo que dices de ti.
A mí me gusta pensar que mi vestimenta es un ancla. Cada prenda que elijo es parte de la conversación que sostengo con mi futuro, con lo que quiero construir. No me pongo cualquier cosa. Me pongo lo que me recuerda quién soy y hacia dónde voy. Y sí, a veces eso significa un blazer impecable, a veces unos jeans que me recuerdan de dónde vengo, y otras veces un vestido que me hace sentir que puedo conquistar el mundo en tacones.
El estilo no es moda, el estilo es identidad. Es ese momento en que decides no disfrazarte para encajar, sino vestirte para expandirte. Y claro que incomoda, porque vestir distinto es declarar en silencio que elegiste no ser como todos.
Yo elijo que mi ropa hable conmigo antes que con los demás. Que me sostenga cuando entro a un escenario y que me recuerde que mi presencia también es parte del mensaje. Porque sí, tu voz importa, tu conocimiento importa… pero tu presencia completa el cuadro.
Ahí lo dejo: tu vestimenta no define tu valor, pero sí avisa a los demás cómo pueden tratarte.
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