19/06/2025
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ESCLEROSIS MÚLTIPLE: LA ENFERMEDAD QUE APAGA TU CUERPO, PERO MANTIENE TU MENTE DESPIERTA
Empieza con algo pequeño. Un hormigueo en las manos, una visión borrosa que va y viene, un desequilibrio al caminar. Podría parecer fatiga, estrés, un mal día. Pero con el tiempo, esos síntomas se hacen más frecuentes, más intensos, más desconcertantes. Hasta que llega el diagnóstico que cambia todo: esclerosis múltiple. Una enfermedad autoinmune que no mata, pero transforma. Que no detiene la mente, pero poco a poco desconecta el cuerpo. Que no se ve… pero se siente en cada paso, en cada movimiento que cuesta más, en cada sensación que se pierde sin razón.
La esclerosis múltiple ocurre cuando el sistema inmunológico ataca por error la mielina, la sustancia que recubre y protege las fibras nerviosas del sistema nervioso central. Sin esta cubierta, los impulsos eléctricos entre el cerebro y el resto del cuerpo se interrumpen, como si los cables estuvieran dañados. El resultado es una variedad impredecible de síntomas: debilidad muscular, problemas de coordinación, alteraciones visuales, entumecimiento, dolor, fatiga extrema… incluso dificultad para hablar o tragar.
Pero a diferencia de otras enfermedades neurodegenerativas, la esclerosis múltiple no borra la memoria ni la conciencia. La mente permanece lúcida. Es como si el cuerpo se apagara en cámara lenta mientras quien lo habita lo observa todo, impotente. Por eso, más allá del daño físico, esta enfermedad golpea fuerte el ánimo, la identidad y la independencia.
Existen diferentes tipos de esclerosis múltiple. La más común es la forma remitente-recurrente, en la que los síntomas aparecen en brotes y luego desaparecen parcial o totalmente. Pero con el tiempo, muchos pacientes evolucionan a una forma progresiva, donde la discapacidad avanza sin pausas ni remisiones. Aún no hay cura, pero sí tratamientos que pueden modificar el curso de la enfermedad, reducir la frecuencia de los brotes y mejorar la calidad de vida: desde inmunomoduladores hasta terapias físicas, ocupacionales y emocionales.
Y aunque no sea contagiosa ni hereditaria en todos los casos, sí hay factores de riesgo identificados: infecciones previas por ciertos virus, bajos niveles de vitamina D, el tabaquismo o incluso factores genéticos. Pero muchas veces, no hay una explicación clara. La esclerosis llega sin avisar. Y una vez que se instala, se queda para siempre.
Aun así, quienes la enfrentan cada día son prueba de una fortaleza distinta: la de quienes aprenden a vivir con un cuerpo que ya no responde como antes, pero siguen adelante. Personas que, a pesar de la incertidumbre, no pierden el deseo de moverse, de hablar, de ser. Porque el verdadero peso de esta enfermedad no está solo en los músculos… sino en el alma que se niega a rendirse.
Y si conoces a alguien que vive con esclerosis múltiple, míralo bien. Detrás de cada paso lento, de cada palabra que tarda, de cada día de lucha silenciosa, hay una mente que sigue despierta, clara y valiente. Porque aunque esta enfermedad intente apagar el cuerpo, nunca podrá apagar el espíritu de quien aún tiene tanto por decir, por sentir… y por vivir.