22/07/2025
ANTES SOLO ÉRAMOS RAROS, INQUIETOS, TREMENDOS, REBELDES, DISTRAÍDOS, LENTOS, ANTISOCIALES, PERO NADA ESPECIAL, HOY MUCHOS ADULTOS VIVIMOS ES ESTRÉS Y LA ANSIEDAD DE UNA VIDA FUNCIONAL BAJO NEURODIVERGENCIAS (LES DICEN) A ESAS CARACTERÍSTICAS QUE NOS CONFORMAN Y QUE SABERLO Y RECONOCERLO TE AYUDA A SABER COMO FUNCIONAS, SIMPLE PORQUE SOMOS Y SENTIMOS ASÍ... QUE PAZ Y MARAVILLA CONOCER COMO FUNCIONAS, NO ESTAS MAL, COMO CUALQUIERA, ES UNA SIMPLE FORMA DE FUNCIONAR 😒🥰
🌸🩷🍥 HIJAS CON TDAH… (vaya que duelen mucho).
Nadie advierte que el TDAH en ellas no grita… pero llora. Y en silencio.
No es lo mismo tener un hijo con TDAH que una hija. Aunque muchos quieran creer que el diagnóstico es igual y la crianza puede aplicarse por igual, quienes lo vivimos desde adentro sabemos que no. El TDAH no se expresa igual en una niña. No se comporta igual. No se sufre igual. Ellas no molestan tanto, pero sienten más. No hacen escándalos, pero se apagan. No saltan ni interrumpen… se retraen, se adaptan, se silencian para no incomodar. Y mientras los adultos dicen “ella solo es despistada” o “qué sentimental que es”, dentro de esa niña hay una mente encendida, un corazón desbordado y un alma que se está rompiendo sin que nadie lo note.
Una hija con TDAH vive sobrepensando todo. Cada palabra que dijo. Cada reacción de su madre. Cada gesto de su profesor. Analiza miradas. Imagina rechazos. Se autocastiga cuando olvida algo, aunque nadie se lo diga. Y cuando alguien sí se lo dice, cuando le sueltan un “otra vez tú” o un “siempre lo mismo contigo”, no solo se duele… se confirma a sí misma que está fallada. Porque ya lo cree. Porque desde muy pequeña entendió que ella no encajaba. Que hacía las cosas mal. Que distraerse era sinónimo de decepcionar. Y así va creciendo, sintiendo que no está hecha para este mundo. Lo más triste es que no lo grita. No lo pide. No lo lanza con rabia. Lo guarda, lo calla, lo duerme… hasta que un día explota o se apaga del todo.
Y cuando llega la adolescencia, la cosa se vuelve aún más cruel. Porque no solo se trata de atención o impulsividad. Ahora aparece el cuerpo, la presión estética, la necesidad de pertenecer. Y si tú no has estado presente emocionalmente, si no has sostenido su autoestima, si solo la has corregido, entonces ella buscará afuera lo que no encontró en casa. Porque cuando una hija con TDAH ha sido corregida más veces que abrazada, termina creyendo que debe “portarse bien” o “hacerlo perfecto” para ser amada. Y ese amor condicional la va destrozando de a pocos. No es raro que empiece a fingir. Que sonría cuando está triste. Que diga “todo bien” mientras se está ahogando. Que se muestre fuerte mientras por dentro se muere de miedo.
En las consejerías, cuando hablo con ellas, eso se nota. A veces llegan tensas, con los ojos serios, como si ya supieran que las van a juzgar. Pero basta una pregunta con empatía, una mirada real, y se desmoronan. Se van derrumbando frase a frase. Me cuentan entre lágrimas que en casa nadie las escucha. Que sus padres solo les hablan cuando se equivocan. Que se sienten una carga. Que no saben cómo dejar de fallar. Que por más que se esfuercen, siempre están quedando mal. Y entonces rompen en llanto, se tapan la cara, se disculpan por llorar (sí, piden perdón por llorar), porque hasta eso creen que está mal. Y yo me quedo ahí, sintiendo un dolor que ni siquiera es mío… pero que he aprendido a reconocer en demasiadas niñas.
Y claro, como su necesidad de afecto es tan profunda, cuando aparece alguien que les presta atención (aunque sea un manipulador, aunque sea alguien mayor, aunque solo las use) muchas no saben decir que no. Porque confunden deseo con afecto, atención con amor, presencia con vínculo. Se entregan desde la herida, no desde el deseo. A veces tienen s**o solo para no perder al otro, solo para sentirse queridas por unos minutos. Y luego, el vacío es peor. Porque no solo sienten que las usaron… también se culpan por haberlo permitido. Y cuando intentan contarlo, muchas veces sus propias madres les gritan, las castigan, las acusan de “buscarlo”. Y entonces entienden que ni siquiera su dolor tiene lugar en casa.
En lo social, tampoco es fácil. Quieren tener amigas, pero muchas veces las rechazan por ser “intensas” o “raras”. Les cuesta sostener vínculos, porque no saben cuándo hablar, cómo expresarse, cómo manejar su emoción cuando se sienten desplazadas. Entonces se vuelven la amiga que siempre está, que siempre ayuda, que siempre da… pero que nadie elige primero. Y callan ese dolor, como todo lo demás. Se conforman con migajas. Se vuelven funcionales a la indiferencia. Prefieren aguantar una amistad tóxica a quedarse solas. Porque ya saben lo que es la soledad. La han vivido incluso rodeadas de gente.
¿Y tú qué ves desde fuera? A una adolescente “apagada”. “Floja”. “En las nubes”. “Cambiazo total”. Y lo comentas. Se lo dices. “¿Qué te pasa últimamente?”, “Te estás dejando estar”.
Pero no ves que lo que tiene es ansiedad, que está cayendo en depresión, que tiene miedo de hablar porque cada vez que lo hizo fue corregida o ignorada. No ves que vive con la sensación de ser insuficiente, de estar rota, de no merecer. No ves que lleva tiempo actuando como la hija perfecta solo para no ser corregida, solo para que no le griten, solo para que no la miren con decepción. Y en ese esfuerzo constante por no molestar, por no equivocarse, por no llamar la atención… ella se pierde de sí misma.
🫂 Yo lo sé porque lo veo. Lo escucho en cada sesión, en cada consulta, en cada mensaje desesperado de una mamá que no sabe cómo sostener a su hija. Y también lo veo cuando ellas llegan a hablar conmigo: muchas se sientan, aparentan fortaleza, pero a los minutos se derrumban. Porque al fin alguien las mira sin juzgar. Porque por primera vez alguien les dice que no están falladas, que su mente no las hace malas hijas, ni malas personas. Solo están esperando que en casa alguien las vea… no para corregirlas, sino para abrazarlas. No para hacerlas mejores, sino para decirles: “así como eres, ya eres suficiente.”
Y si hoy estás leyendo esto como madre, padre, tutor o hermano… por favor, abre los ojos. Tu hija no te va a gritar que está rota. Pero sí lo está. Y no por el TDAH. Sino porque nadie le enseñó a amarse en medio del caos. Todavía estás a tiempo de mirarla con otros ojos, de cambiar la forma en que le hablas, en que la acompañas. Y si no sabes cómo, pide ayuda. NO terapias por cumplir. NO diagnósticos fríos. Busca ayuda real. Acompañamiento humano. Escucha. Presencia. Basta de esperar... NO SABES CUÁNTO SUFREN NUESTRAS HIJAS.
👤Pablo, un papá de paso...✌🏻
👉🏻 Trabajo con adolescentes, con familias, con padres que están cansados pero no se rinden. Y si tú estás entre esos, bienvenido. No estás solo. Tu hija tampoco. 📱 +51 952 037 361