15/12/2024
A veces parece que con un pie damos un paso para adelante, mientras el otro pie queda atascado atrás.
Durante mucho tiempo solo se escuchó la voz de los profesionales, mientras se silenciaba o cuestionaban las voces de las personas autistas.
Venimos de una era en donde la visión normalizadora, patologizante, y médico rehabilitadora, era la base o el sustento para la intervención en los trastornos del neurodesarrollo y otras condiciones que generan barreras en el aprendizaje y la participación. Sin embargo, cada vez esperamos estar más cerca de lograr una visión humanista, en donde se escuche la voz de las comunidades que viven con algún diagnóstico y que exigen cambios en los paradigmas terapéuticos.
Si como especialistas y profesionales, no nos actualizamos y no cambiamos nuestro enfoque, entonces negamos el compromiso que asumimos al garantizar la integridad, bienestar y calidad de vida de nuestros pacientes y/o alumnos, anteponemos nuestro ego y creencias a nuestra práctica.
Es de suma importancia que los protocolos de intervención sean siempre diseñados de manera individual, priorizando al individuo, sin dejar de lado, que el primer paso de nuestro actuar, debe ser siempre, garantizar el bienestar emocional y la capacitación de la familia que lo recibe en su seno. Esto debe ser constante y con la frecuencia delimitada por cada núcleo familiar.
Y esto, no sólo se aplica a los profesionales de la Salud, si no también de la Educación.
Un docente que no actualiza sus conocimientos sobre el neurodesarrollo y las barreras del aprendizaje, no sólo afecta a los alumnos que las presentan, sino que inculca ideas obsoletas en aquellos a quienes forma.
La actualización es indispensable, pero la visión humanista es trascendental.
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