26/03/2023
Mi hija no sabe quien es Chabelo. No le tocó levantarse a las 7 de un domingo con un plato de cereal enfrente, a ver la catafixia y no le dice nada la frase “cuate de provincia”. Ella no entiende nada cuando le digo que mi hermana y yo escogíamos qué pedirle a Santa viendo su programa. El amigo de todos los niños. Pero esos niños no son los de ahora, los amigos de Chabelo ya somos todos adultos. Adultos que hoy nos sentimos sumamente conmovidos de enterarnos que lo impensable pasó, Chabelo murió.
Yo soy de los millennials viejos, de esos que vimos llegar el internet en la pubertad, pero nuestros primeros años fueron completamente análogos, yo como muchas otras generaciones anteriores y todavía un poco más jóvenes que yo, crecimos con Chabelo. Yo era un “cuate de provincia”. Yo mandé cartas con tapas de duvalin cortadas, el sueño siempre fue ir a participar a su programa.
Y aunque sobran los recuerdos de infancia marcados por Chabelo, uno de mis recuerdos favoritos de Chabelo fue de adulta. Eran los últimos días del programa de Chabelo, yo tenía años sin verlo. Regresé tardísimo de una fiesta. tan tarde que me encontré a mi papá en la cocina, viendo Chabelo. Mi papá seguía viendo Chabelo, ese alia do que le dio un par de horas de sueño más los domingos por la mañana, mientras sus hijas veían el programa, hoy lo acompañaba a tomar su café en una casa vacía y silenciosa. No me dijo nada, no me regañó, sacó un plato y me sirvió cereal. Me senté a ver ese programa en silencio con mi papá, como si fuera una niña.
Chabelo siempre fue niño, y su presencia siempre nos hizo sentir como tales, aunque ya seamos adultos, responsables del cuidado y de la crianza de niños que nunca vieron su programa.
Hoy cuando me enteré de su muerte, llamé a mis papás. “Se murió Chabelo”. Mis amigas empezaron a compartir sus recuerdos nostálgicos en mis grupos de whatsapp, las redes sociales se llenaron de memes y mensajes de amor, de sorpresa y de nostalgia ante la noticia. Chabelo no fue inmortal, nuestra infancia no fue eterna, pero para muchas generaciones de adultos mexicanos, su recuerdo siempre nos hará sentir como niños.
Por Karina Villarreal