24/04/2025
Órganos dobles y Yin Yang:
En la Biodescodificación, cada órgano del cuerpo tiene un sentido biológico, una función concreta que se activa en función de los conflictos emocionales que vivimos. Esta visión se enriquece profundamente cuando la integramos con la Medicina Tradicional China, que clasifica los órganos en pares y los relaciona con la dinámica del Yin y el Yang.
El cuerpo no funciona de forma aislada, sino a través de sistemas complementarios. Por eso, los órganos se agrupan en pares funcionales: uno Yin y uno Yang. El órgano Yin es más profundo, interno y relacionado con la nutrición, la esencia y las emociones; el órgano Yang es más superficial, dinámico y orientado a la acción, a la transformación y a la eliminación. Juntos forman una unidad que refleja el equilibrio entre lo interno y lo externo, lo receptivo y lo activo, lo emocional y lo mental.
Por ejemplo, el corazón (Yin), que representa la alegría, el amor y la identidad profunda, se complementa con el intestino delgado (Yang), que discrimina lo que sirve y lo que no, tanto en el plano físico como emocional. Si una persona no puede discernir con claridad lo que le nutre emocionalmente, es posible que se alteren ambas funciones: se confunde internamente (corazón) y no puede “digerir” sus experiencias (intestino delgado).
Así también, el hígado (Yin), encargado de planificar y contener la ira, se asocia con la vesícula biliar (Yang), que ejecuta las decisiones. Cuando se reprime la rabia o no se puede actuar con firmeza, se genera un desequilibrio entre planear y accionar, entre sentir y hacer.
En términos emocionales, el desequilibrio de un órgano Yin suele hablarnos de un conflicto profundo, silencioso, muchas veces relacionado con la identidad, la nutrición afectiva, el miedo o el apego. El desequilibrio en un órgano Yang, en cambio, suele manifestarse en forma más activa: dificultad para actuar, para soltar, para eliminar lo que ya no sirve.
Comprender esta relación nos invita a mirar el cuerpo como un mapa simbólico y energético. Si entendemos cómo cada órgano responde a una emoción específica y cómo su par complementario nos ayuda a equilibrar esa función, podemos intervenir desde una mirada más integradora. Esto no solo nos ayuda a sanar físicamente, sino también a tomar consciencia de lo que vivimos, lo que callamos, lo que cargamos y lo que necesitamos transformar.
La salud, en este sentido, es el arte de armonizar los opuestos: el Yin que nutre, el Yang que mueve; el alma que siente, el cuerpo que actúa. Sanar es aprender a escucharlos a ambos.