
08/10/2025
Nos enseñaron que una “buena madre” se hunde por sus hijos.
Que sufre en silencio, que aguanta, que da todo… incluso cuando ya no puede más.
Y esa imagen —la de una madre sosteniendo al hijo por encima del agua mientras ella se ahoga— se volvió símbolo de amor.
Pero no debería serlo.
Una mamá que se ahoga no puede enseñar a flotar.
No puede cuidar si no tiene aire.
No puede acompañar si se queda sin fuerza.
Porque si nos hundimos, se hunden ellos después.
Literal y metafóricamente.
El amor de una madre no debería medirse por cuánto duele,
sino por cuánta vida conserva para seguir sosteniendo, con calma, con presencia, con salud.
Amar también es aprender a respirar.
Por ti, y por ellos.
Por