
07/09/2025
Un abuelo puede criar a sus nietos como si fueran sus propios hijos, pero cuando envejece muchas veces lo dejan solo.
Durante años sostuvo la casa, cuidó a los niños, cocinó, trabajó, escuchó problemas. Fue refugio cuando nadie más estaba. Y lo hizo sin pedir nada a cambio, porque el amor de un abuelo siempre es puro.
Pero llega la vejez. Las manos tiemblan, los pasos se vuelven lentos, la memoria falla. Y ahí, cuando más necesita compañía, la familia tiene “cosas más importantes” que hacer. Visitas rápidas, llamadas cortas, silencios largos.
El abuelo no reclama. Solo se sienta en su silla, mira la ventana y espera. Espera una voz, una risa, un abrazo. Y cada día que no llega, el silencio pesa un poco más.
Porque la vida es cruel cuando se olvida a quienes alguna vez lo dieron todo. Y no hay dolor más grande para un abuelo que darse cuenta de que ya no lo necesitan, cuando fue él quien sostuvo tantas veces a todos.