
23/07/2025
Los psicólogos también vamos al psicólogo…
Sí, así como lo lees. No somos inmunes al dolor, a las crisis, a los duelos ni a los cambios. También necesitamos espacios seguros donde poder llorar, desahogar, cuestionar, sanar.
He tenido el privilegio de ser la psicóloga del psicólogo. He acompañado a terapeutas en momentos muy humanos de sus vida, y siempre lo he vivido como un honor inmenso: que alguien que conoce este proceso te elija para caminar junto a ellos… no tiene precio.
Y así como yo he sido escogida, también he escogido. En momentos vulnerables de mi vida, he buscado a colegas en quienes confío para que me acompañen. Porque aunque estemos rodeados de amigos psicólogos, de conversaciones profundas y de herramientas valiosas, eso no sustituye la terapia.
La terapia es mucho más que hablar. Es un proceso estructurado, intencional. Es un espacio con límites claros, con metas definidas, donde hay una mirada neutral que puede confrontarte sin herirte, acompañarte sin juicio, sostenerte sin agenda.
Esa contención no siempre puede darla la familia.
Esa confrontación no siempre puede hacerla un amigo. Esa claridad no siempre podemos dárnosla a nosotros mismos. Por eso, la terapia es un regalo. Siempre lo ha sido.
Tengo la convicción que todo buen terapeuta ha estado, al menos una vez, del otro lado del sofá, porque haber estado ahí te cultiva la compasión, te permite vivir en carne propia el poder del proceso, te enseña a no subestimar lo que el silencio sostenido puede sanar. Ir a terapia no te hace menos terapeuta. Te hace más humano y en mi opinión ser un terapeuta humano es, al final, lo más terapéutico que podemos ofrecer.