
21/07/2025
La vergüenza no nace de algo que hicimos mal. Nace de algo que necesitábamos… y no fue respondido.
Cuando un niño busca consuelo, contacto o comprensión –y en lugar de eso encuentra a un adulto ausente, temeroso o crítico– no puede dejar de necesitar, pero empieza a creer que su necesidad es el problema.
Así se siembra la vergüenza: en ese momento doloroso donde el niño intuye que “hay algo malo en mí”, porque no puede entender que el otro es quien no puede sostener.
Y para sobrevivir, empiezan a nacer partes que intentan recuperar la conexión perdida: la que se esfuerza por ser perfecta, la que complace, la que nunca molesta… partes que se preguntan todo el tiempo: “¿Así sí me vas a querer?”
La vergüenza no es un defecto del carácter. Es una herida relacional.
Y por eso, necesita ser sanada en relación: con otra mirada que sí sostenga, que sí vea, que diga con amor: “no había nada malo en ti, solo necesitabas ser recibida”.
¿Te suena familiar?
Te leo en los comentarios, tribu. Estamos sanando juntas ❤️🩹