20/07/2025
Suicidio: el tabú familiar que afecta a muchas personas
Hablar del suicidio no es sencillo, pero sí absolutamente necesario.
Poco o nada se habla de Marisela. Su cara sigue en las fotos familiares, pero solo se menciona si alguien pregunta... y ni así se dice mucho. En su familia, el suicidio es un tema prohibido. Como si fuera algo que da mala suerte o que, si se nombra, se repite.
Así, con el tiempo, casi nadie recuerda quién fue Marisela, ni qué le pasó. Y lo peor es que, en ese silencio, también se borra la idea de que hay enfermedades y situaciones que pueden llevar a alguien a tomar esa decisión. Nadie enseña que se puede hablar, que se puede pedir ayuda.
Marisela no es un nombre real, pero su historia se parece a la de otras personas en muchas familias donde el suicidio es un secreto incómodo, algo que no se dice. Sobre esto hablaremos hoy: acerca del suicidio como un tema tabú en muchas familias.
Entender el suicidio: lo que muchos prefieren no mirar
Hablar de suicidio no es fácil, pero entenderlo sí es importante. Estamos hablando de algo que cada año provoca la muerte de más de 700 mil personas, según datos de la OMS. No es poco. Aun así, el tema sigue siendo incómodo, casi invisible. Se habla más de enfermedades físicas, de accidentes, de violencia... pero del suicidio, poco.
En general, las cifras muestran que los hombres mueren más por suicidio, aunque las mujeres hacen más intentos. Y hay grupos especialmente afectados: jóvenes entre 15 y 29 años y personas mayores de 65. También influye el lugar donde se vive, la situación económica, los vínculos familiares, la salud mental, el acceso a apoyo profesional, entre muchas otras cosas.
Pero, ojo, no todas las personas que se suicidan tienen un diagnóstico de depresión o alguna otra condición psiquiátrica. A veces, hay sufrimientos profundos que tampoco son tan visibles o dolores que, aparentemente, no tienen nombre. Por eso no hay que quedarse con la idea de que “si no estaba diagnosticado, no podía estar mal”, porque la verdad es que esto no se nota siempre tan fácilmente.
¿Por qué se guarda tanto silencio?
Una de las razones es que el tema da miedo. Muchas familias piensan que si no se habla, es como si no hubiera pasado, o que decirlo puede causar más dolor. En algunos casos, hay vergüenza, como si fuera algo que mancha. También están los juicios religiosos o sociales que, aunque suenen anticuados, todavía pesan mucho: que si fue un acto “cobarde”, que si “falló como persona”, que si “tenía todo para estar bien”.
Entonces pasa lo que le pasó a Marisela: se borra su historia, se disimula su final, se cambia la versión. Y, con eso, se pierde la oportunidad de hablar de lo que duele; de acompañar a quienes se quedaron y también de prevenir que a alguien más le pase.
Además, cuando en una familia se guarda tanto silencio, se enseña, sin querer, que el sufrimiento se esconde, que hay temas que no se tocan. Eso hace que las nuevas generaciones tampoco sepan cómo pedir ayuda cuando algo les duele de verdad.
Señales que no hay que ignorar
No siempre es evidente, pero muchas personas que están pensando en el suicidio dan señales. Algunas se aíslan, otras regalan cosas importantes, otras empiezan a hablar de la muerte como si fuera un alivio. También puede haber cambios bruscos en el estado de ánimo, frases como “ya no aguanto”, o una calma repentina después de semanas muy difíciles.
En algunos casos, hay autolesiones, comentarios sobre sentirse una carga o una tristeza que se siente como eterna. Si notas esto en alguien cercano, es importante acercarte sin miedo y con respeto. No hay que ser experto en salud mental para escuchar de verdad. A veces, una conversación sincera puede ser el primer paso para buscar apoyo.
¿Y si ya pasó?
Cuando alguien muere por suicidio, el duelo se vuelve más complejo, porque hay preguntas que no tienen respuesta y también emociones de culpa, enojo, confusión o todas a la vez. A veces también hay silencio, mucho. Pero hablar ayuda. Hablar de la persona, nombrarla, recordar quién fue más allá de cómo terminó su vida, puede aliviar un poco la carga.
No es necesario hablar todo el tiempo del tema, pero sí dejar de tratarlo como algo que se debe esconder. Si en tu familia ya pasó algo así, quizá podrías preguntarte si hay espacio para decirlo en voz alta. Para explicar lo que pasó a quienes no lo entienden, o incluso para decir: “Fue doloroso, pero podemos hablarlo”.
También existen redes de apoyo para quienes han perdido a alguien por suicidio, que pueden ser de ayuda para sentirse más acompañados en una situación tan compleja como esta.
¿Cómo se empieza a hablar del suicidio en casa?
No hay una fórmula exacta, claro, pero sí hay formas de abrir la conversación sin que suene forzada ni dramática. Por ejemplo, si alguien dice que está muy triste o que no le encuentra sentido a las cosas, en vez de cambiar de tema, podrías decir: “¿Quieres contarme un poco más de eso?”, o , “¿qué has estado pensando?”.
Hablar del tema no lo provoca. Al contrario, muchas veces hablarlo con alguien confiable puede ser un alivio. Eso sí, lo ideal es hacerlo con calma, sin juzgar, sin tratar de “animar” con frases que, aunque vienen desde un buen lugar, se sienten vacías. Escuchar es más valioso que tratar de dar soluciones rápidas. Y si el tema te queda grande, está bien buscar apoyo profesional.
En confianza: hablar es cuidar
El suicidio no debería seguir siendo una palabra prohibida. Cuanto más se oculta, más se multiplica el miedo, el desconocimiento, el dolor sin nombre. Hablar no significa tener todo resuelto, pero sí puede abrir caminos para acompañar, prevenir o, simplemente, estar ahí.
Por eso, aprender a no callar frente a este tema también es una forma de cuidar. No se trata de hablar todo el día sobre eso ni de tener respuestas para todo, sino de mostrar que hay espacio para decir lo que se siente, por más incómodo que sea.
En lugar de guardar silencio absoluto, es mejor decir: “Este tema es difícil, pero podemos hablarlo”. Porque en estos casos el silencio no protege, aísla. En cambio, cuando se empieza a hablar, aunque sea con torpeza o sin saber por dónde empezar, algo cambia. Y ese cambio puede ser lo que alguien necesitaba escuchar para no rendirse.
Hablar del suicidio no es sencillo, pero sí absolutamente necesario.