Tanatóloga Gabriela Fortis

Tanatóloga Gabriela Fortis Información para identificar y consejos para enfrentar el duelo, además de información sobre salu

24/07/2025
Sufrir negligencia parental en la infancia genera una relación complicada con el propio cuerpoAsí es como la negligencia...
23/07/2025

Sufrir negligencia parental en la infancia genera una relación complicada con el propio cuerpo
Así es como la negligencia parental en la crianza afecta a la relación con el cuerpo de uno mismo.

Ser víctima de negligencia en la infancia es una experiencia para la que ningún ser humano está preparado. Venimos a este mundo programados para conectar y vincular con otras personas. Especialmente con las figuras de referencia que, en la mayoría de ocasiones son los progenitores.

Sin embargo, cuando las personas que se supone que deben cuidarnos no se ocupan de atender y cubrir las necesidades e incluso pueden llegar a herirnos, la herida que se genera es profunda y tiene un fuerte impacto en el desarrollo de la persona.
¿Qué es la interocepción?

El concepto interocepción hace referencia a la capacidad que tenemos para sentir lo que sucede en nuestro organismo, es decir, para percibir las señales internas de nuestro cuerpo. Algunos ejemplos de esto serían: poder notar la tensión muscular, nuestra respiración, los latidos del corazón, la sensación de hambre o las ganas de orinar.
Aunque es un término del que no se habla mucho y, por tanto, es poco conocido para muchas personas, gracias a la interocepción podemos ser conscientes de nuestro estado fisiológico y también identificar nuestras emociones. Todas las emociones tienen asociadas determinadas sensaciones corporales.
La interocepción es fundamental para nuestro bienestar global puesto que ser conscientes de lo que sucede en nuestro interior nos permite poder actuar en función de nuestras necesidades físicas y emocionales. La conexión con nuestro cuerpo es esencial para vivir con equilibrio.

Así pues, el hecho de que nuestra capacidad interoceptiva esté comprometida puede tener consecuencias en nuestra calidad de vida y en nuestro bienestar físico y emocional. No sentir o percibir sensaciones físicas como el hambre, el dolor, el agotamiento o cualquier otra va a hacer que no podamos darnos aquello que necesitamos.

¿Cómo afecta la negligencia en la infancia en la relación con el cuerpo?

Negligencia y maltrato suelen usarse de forma indistinta y, en realidad, no son exactamente lo mismo. El maltrato implica hacer algo que daña a otra persona. Sin embargo, hablamos de negligencia cuando los cuidadores no ofrecen una respuesta adecuada a las necesidades físicas, emocionales y/o sociales del niño o la niña que tienen a su cargo.
En otras palabras, la negligencia es la falta de atención, cuidado o cumplimiento de las necesidades básicas de una criatura (en las diferentes esferas). No siempre hay intencionalidad y, aún así, las consecuencias pueden ser igualmente graves puesto que durante la infancia el cerebro y el sistema nervioso se están desarrollando.

El contacto físico afectivo, la validación emocional, el consuelo, la presencia y disponibilidad emocional de los cuidadores son experiencias necesarias en la infancia puesto que ayudan a crear sensaciones internas de seguridad y conexión con el cuerpo.
Si esto no sucede, los niños aprenden —consciente o inconscientemente—que sus necesidades no son importantes y no van a ser atendidas de la forma en que ellos necesitan. Por tanto, es muy probable que empiecen a ignorar o reprimir las señales internas y que con el tiempo se acaben desconectando de ellas.
Puesto que el vínculo es uno de los aspectos más necesarios para garantizar la supervivencia en la infancia, está desconexión con uno mismo, las propias señales internas y las necesidades se convierte en un mecanismo de defensa. Este permite que las criaturas se adapten y sobrevivan en el entorno que no les puede garantizar la cobertura de sus necesidades.

Un meta-análisis publicado recientemente ha señalado que la negligencia emocional es la que está más relacionada con la pérdida de la interocepción. Es decir, aquellas personas que crecieron sin recibir contención y sostén emocional, en la edad adulta tienen más dificultades para percibir sus señales internas.
Consecuencias a largo plazo

El problema es que, aunque desconectarse de las señales internas es un mecanismo útil en el momento, esta desconexión puede mantenerse a medio y largo plazo y tiene importantes consecuencias en la vida adulta.

Desconectarse de las sensaciones internas implica desconectarse de las propias necesidades. Si no podemos percibir las señales de hambre, saciedad, dolor, cansancio o cualquiera de las sensaciones asociadas a las emociones, por ejemplo, es realmente difícil que podamos darnos aquello que necesitamos o que nos puede hacer bien.
Se ha observado que la falta de interocepción está relacionada con problemas de ansiedad, depresión y trastornos de la conducta alimentaria. Además, también se relaciona con dificultades para regular las propias emociones. Todo esto tiene un fuerte impacto en la propia autoestima, en la relación con uno mismo y, por supuesto, en la relación con el resto de personas.
¿Es posible recuperar la conexión con el cuerpo?

Afortunadamente, aunque las experiencias adversas vividas en la infancia tienen un fuerte impacto en el desarrollo emocional, cognitivo, social —e incluso físico— de las personas, es posible recuperar la conexión con el propio mundo interno y las señales del organismo.
La interocepción no se desvanece ni nada similar por el hecho de habernos desconectado de ella y siempre podemos volver a conectar con las sensaciones fisiológicas. Es cierto que el proceso no es siempre fácil, no suele darse de un día para otro, sino que es algo progresivo.

Poder volver a escuchar las señales que nuestro cuerpo emite puede ser un camino complejo que requiera de apoyo profesional. Debemos recordar que esta desconexión se dio en primer lugar como un mecanismo de defensa que garantizaba la supervivencia mediante la adaptación a un entorno en el que las necesidades emocionales no estaban siendo cubiertas.
Hoy en día existen muchas terapias integradoras que enfocan parte de su trabajo en recuperar la conexión entre el cuerpo y la mente. Esto se produce mientras se va trabajando en la integración de las heridas emocionales generadas en la infancia.

Nerea Moreno. (2025, julio 15). Sufrir negligencia parental en la infancia genera una relación complicada con el propio cuerpo. Portal Psicología y Mente.

Las investigaciones muestran que sufrir negligencia parental en la infancia genera una relación complicada con el propio cuerpo desde los primeros años.

Cómo tu Sombra sabotea tus relaciones sin que te des cuentaAsí es como tu Sombra hace que lastres tu propio desarrollo p...
22/07/2025

Cómo tu Sombra sabotea tus relaciones sin que te des cuenta
Así es como tu Sombra hace que lastres tu propio desarrollo personal sin que te des cuenta.

¿Por qué, si nos queremos, a veces no nos entendemos?
Esta pregunta se repite —con matices distintos— en la voz de muchas personas que vienen a consulta. Relatos de vínculos donde falta humor, cumplidos escasos, diálogo rígido o casi inexistente. Relaciones donde se comparte techo o mensajes, pero no siempre mirada, presencia o escucha real.

No es falta de amor. No es cuestión de suerte. Muchas veces, es nuestra sombra.
No me refiero a algo oscuro o amenazante, sino a esa parte de nosotros que dejamos fuera de escena: por miedo, vergüenza o costumbre, y que, sin darnos cuenta, se cuela en nuestras relaciones y les quita brillo.
Tu sombra no es solo lo que temes: También es lo que no te atreves a mostrar

Cuando hablamos de “la sombra”, nos referimos a una parte de nuestro mundo interior que guarda todo aquello que preferimos no ver por temor a ser descubiertos. Por ejemplo, nuestros defectos, nuestras heridas y nuestras inseguridad. Pero en la sombra también hay algo más sutil: talentos que no desplegamos, sensibilidad que tapamos, alegría que reprimimos para no incomodar.
Hay quien aprendió a ser fuerte todo el tiempo y entonces su sombra es la ternura. O quien siempre es el gracioso puede estar ocultando en la sombra su lado serio o el cansancio de tener que estar siempre bien. Hay quien se pasó la vida cuidando a otros y no sabe cómo recibir un elogio sin incomodarse.
La sombra no es solo lo que reprimimos por percibirlo “inaceptable”, sino todo aquello que creemos que no está permitido mostrar. Por eso la sombra es tan humana. Y por eso se activa… sobre todo en los vínculos más íntimos.

Lo que no mostramos también nos aleja

La sombra no aparece con pancartas. Se infiltra en lo cotidiano. Especialmente cuando hay conexión. Porque cuando alguien nos importa, se activan nuestras alertas más profundas: miedo a no ser suficiente, a perder el control, a ser vistos de verdad.
Muchos clientes me cuentan que sienten una desconexión rara:
“Ya no nos reímos como antes”
“Me encantaría decirle que me gusta cómo se ha vestido, pero me sale seco”
“No sé por qué, pero ya no me nace hablar de lo que siento”, “No me comprende”
Esto no ocurre porque no haya amor. A veces, es porque amar nos confronta con partes nuestras que no sabemos manejar. Esas partes que yacen en nuestra sombra. Y en lugar de mostrarlas, las tapamos. Nos cerramos. Proyectamos.
Piensa en el orgullo que esconde una profunda vulnerabilidad, en la necesidad de control que surge del miedo a perder al otro, o el silencio que oculta el dolor o la inseguridad para evitar discusiones.
Lo mismo ocurre cuando evitamos lo positivo —un gesto tierno, un elogio sincero, una caricia inesperada— todas pueden ser una forma de protegernos. Nos defendemos tanto de ser rechazados, juzgados o malinterpretados… que dejamos de entregarnos.
Y sin ese intercambio cotidiano de gestos pequeños —un abrazo, mirarnos a los ojos, un beso sin motivo,— la intimidad empieza a secarse. No de golpe, sino como se apagan las brasas: en silencio. Y cuando la sombra se activa: en lugar de abrirnos, nos cerramos más. Se instala el silencio o el reproche, cuando en realidad, lo que hay detrás, es casi siempre lo mismo: ganas de acercarnos a la otra persona y miedo a no lograrlo.
Recuperar la conexión sin fórmulas mágicas

Cultivar una relación consciente no significa tenerlo todo claro ni hablar de emociones todo el día. Significa estar dispuesto a mirar lo que se mueve en nosotros, sobre todo cuando algo se bloquea.
Algunas preguntas pueden ayudarnos a reconectar con nuestra pareja:
¿Qué dejo de mostrar por miedo a la malinterpretación?
¿Qué me gustaría decir y no digo, aunque lo pienso?
¿Qué pequeño gesto podría abrir el diálogo de nuevo?
No todo se resuelve con grandes charlas. A veces basta con una mirada sostenida, una pregunta sincera, una broma compartida, un elogio que no busca nada. Actos que parecen pequeños, pero que son grandes señales de presencia.
Y si algo nos incomoda, en lugar de reaccionar con juicio o distancia, podemos preguntarnos: ¿Qué parte de mi se está activando aquí? ¿Estoy hablando yo, o está hablando mi sombra?
Amar sin disfraz

Las relaciones no solo terminan por falta de amor. Muchas veces, terminan por falta de visibilidad. Cuando dejamos de ver al otro, y dejamos de dejarnos ver. Cuando escondemos no solo lo que nos duele, sino también lo que nos emociona.
Recuperar la común unión en la pareja no requiere fórmulas mágicas. Pero sí un acto de valor: el de volver a mostrarnos.

Desde mi experiencia personal y profesional, sé que esto no se logra de un día para otro. Pero siempre empieza por lo mismo: una decisión silenciosa, a veces imperceptible, de dejar caer una capa. Y en esa rendija, volver a encontrarnos.

Georgina Hudson. (2025, julio 16). Cómo tu Sombra sabotea tus relaciones sin que te des cuenta. Portal Psicología y Mente.

Así es como tu sombra te lleva a auto-sabotearte mediante procesos psicológicos inconscientes.

'Conversa conmigo antes de que la distancia nos haga extraños': el valor de la comunicación sincera en la vida en pareja...
21/07/2025

'Conversa conmigo antes de que la distancia nos haga extraños': el valor de la comunicación sincera en la vida en pareja
Dar el paso de comunicarse honestamente durante una crisis de pareja es incómodo, pero necesario.

Hay muchas formas de perder a alguien. Hay formas de perder una relación que son claras: cuando hay infidelidad, abandono o el vínculo se agota lentamente. Pero hay una que es silenciosa, progresiva y profundamente dolorosa: dejar de hablar.
No hablo del silencio tranquilo que existe entre dos personas que se entienden con solo mirarse. Hablo del silencio que nace cuando las palabras se endurecen o se esconden, cuando las emociones se guardan por miedo a molestar, y cuando la pareja se convierte en dos personas que conviven, pero ya no se miran.
Como psicóloga y sexóloga, he escuchado frases similares una y otra vez en consulta: “Nos queremos, pero ya no nos entendemos”, “Siento que hablo sola”, “Todo se volvió rutina, ni siquiera discutimos ya”. Detrás de esas palabras repetidas suele esconderse algo más profundo: una pérdida de conexión emocional que comenzó en silencio, cuando dejaron de contarse lo que realmente sentían.
Hablar no es lo mismo que comunicarse

Decimos muchas cosas todos los días. Conversamos sobre lo cotidiano: las finanzas, las responsabilidades familiares, lo urgente de cada día.
Comunicar en pareja significa abrir espacios para compartir lo que sentimos, lo que pensamos y lo que necesitamos, sin máscaras ni miedo. Significa poder decir “me duele esto”, “me gustaría aquello”, “necesito que me abraces más” o “últimamente siento que no soy prioridad”. Pero también comunicar con el cuerpo, con la mirada, con la disposición real a escuchar y comprender.
Puede parecer evidente, pero es justo lo que más se descuida con el paso del tiempo.
La trampa del día a día

En la mayoría de los casos, el silencio entre dos personas no surge por falta de amor, sino por desgaste no atendido. A veces ocurre por rutina, por cansancio, por estrés acumulado. Nos acostumbramos al “todo bien” automático, a resolver sin profundizar, a correr sin detenernos a revisar cómo estamos, cómo está el otro, cómo está la relación.
Con el correr de los días, esos momentos para compartir desde el corazón se van haciendo menos frecuentes. No solo la sexual, también la emocional. Dejamos de preguntar cómo se siente la otra persona en su mundo interior. Nos concentramos tanto en lo funcional que lo emocional queda a un lado.
Y un día, sin saber cómo, ya no sabemos qué decirnos.
Expresar lo que sentimos con honestidad y empatía, en lugar de criticar, acerca más que mil explicaciones.
Una de las claves que más trabajo en consulta es cambiar el enfoque de la comunicación de la culpa a la vulnerabilidad. Cambiar el “siempre haces” por un “yo siento” puede abrir un puente donde antes había defensa. El primer enfoque culpa, el segundo abre una puerta.
No siempre es el mensaje lo que duele, sino la forma en que se entrega.
La comunicación no es solo hablar. No solo importa lo que se dice, sino cuándo se dice, cómo se dice y con qué propósito se comparte. Es recordar que no estamos frente a un enemigo, sino frente a alguien a quien amamos (aunque a veces no sepamos demostrarlo bien).
El cuerpo también habla

En el campo de la sexología, entendemos que la comunicación también ocurre sin palabras, a través del cuerpo y sus gestos. El cuerpo también necesita sentirse mirado, tocado, reconocido. Una relación en la que ya no hay caricias, donde los gestos se vuelven fríos y las miradas esquivas, es una relación que pide atención.
No todo se dice con palabras. Pero cuando no hay palabras ni gestos, el vínculo se enfría.
Recuperar el contacto físico, el juego, la ternura, también es una forma de comunicarse. No solo con el otro, sino con una parte de uno mismo que quizás también ha estado silenciada.
Herramientas prácticas para fortalecer la comunicación

Elijan momentos específicos para hablar sin distracciones. No todo se resuelve entre prisas o al final del día agotados. Reservar un espacio diario para hablar, aunque sea por unos minutos, puede reavivar la cercanía emocional.
Escucha sin interrumpir. A veces, lo que más se necesita es una presencia atenta que escuche sin interrumpir, sin corregir, solo estando ahí. A veces, una escucha genuina transforma más que cualquier respuesta brillante
Validad lo que sentís, aunque no lo compartáis. No necesitas estar de acuerdo con todo lo que tu pareja siente, pero sí puedes reconocer su emoción como válida.
Eviten hablar cuando están muy alterados. Es preferible pausar una discusión y retomarla con más calma que decir cosas que dañen irreparablemente.
Sean honestos, incluso cuando dé miedo. Guardarse lo que duele solo acumula distancia. Hablarlo con respeto, aunque duela, es un acto de amor.
Comunicación íntima: el lenguaje del deseo

El deseo sexual también habla. Y muchas veces se apaga cuando la comunicación emocional está rota. Las parejas que no se hablan desde la emoción, difícilmente pueden tocarse desde el placer.
Poder decir “me gusta esto”, “esto me incomoda”, “me encantaría probar algo distinto” no debiera ser incómodo, pero lo es si no hay confianza. Y la confianza no se construye solo en la cama, sino en el día a día, en los pequeños gestos de cuidado, en cómo resolvemos los conflictos.
Una pareja que se escucha en lo cotidiano, también se escucha en lo erótico.
Conclusión: hablar es cuidar

La comunicación no es la solución mágica a todos los problemas de pareja. Pero sí es la puerta por donde empieza todo lo que puede sanar.
Las relaciones que se sostienen desde la comprensión mutua y el deseo de conectarse, logran atravesar momentos difíciles sin fracturarse.
Porque al final, lo que más duele no es que se acabe el amor. Lo que más duele es no haberlo podido decir a tiempo.
Así que si tienes algo que decir, hazlo. Habla desde el cariño, no desde el impulso. Habla desde la calma, no desde la prisa por tener razón.

Una reflexión sobre la importancia del diálogo honesto para salir de una crisis de pareja causada por un bloqueo comunicativo.

Querida Vera:  Hoy intento escribirte con manos que tiemblan y un corazón partido en dos. Sé que ya no estás aquí para l...
21/07/2025

Querida Vera:

Hoy intento escribirte con manos que tiemblan y un corazón partido en dos. Sé que ya no estás aquí para lamer mis lágrimas, ni para apoyar tu cabeza en mi regazo cuando la tristeza me ahoga. Pero necesito que sepas esto: tu muerte no te borra. Sigues viva en cada rincón de esta casa, en cada esquina donde tus patitas dejaron huellas eternas, en cada silencio que ahora se llena con el eco de tu ladrido alegre.

Hoy, cada respiro duele como cuchillos. El vacío que dejaste es tan físico que a veces me toco el pecho para asegurarme de que aún late. Extraño el peso de tu cuerpo junto al mío al amanecer, el sonido de tus uñas en el piso, la manera en que me mirabas como si yo fuera el sol de tu universo. Odio este tiempo de luto, este mar de sal que inunda mis días… pero lo acepto. Permito que mis lágrimas laven el dolor, porque sé que son sagradas: son el precio del amor sin condiciones que nos unió.

Te prometo algo, Vera: aunque hoy solo pueda recordarte con este n**o en la garganta, llegará el día en que tu imagen me devuelva la sonrisa. Cuando el tiempo suavice los bordes afilados de tu ausencia, celebraré tus travesuras, tus orejas al viento, tus carreras locas cuando te emocionabas. Honraré tu legado de alegría pura, de lealtad sin preguntas, de ese modo único que tenías de sanar mis heridas solo con recostarte a mi lado.

No digo adiós, Vera. Digo "gracias":
*Gracias por enseñarme que el amor más grande no necesita palabras.
Gracias por recordarme que la felicidad está en los detalles: un paseo, una croqueta que funcionaba como juguete, un rayo de sol compartido.
Gracias por ser mi refugio en las tormentas.

Mientras tanto, guardaré tus juguetes como reliquias. Seguiré mirando tus fotos. Y cuando la noche duela demasiado, miraré al cielo y buscaré tu estrella, sabiendo que, en algún lugar del universo, tu espíritu corre libre, sin dolor, esperando el día en que volvamos a encontrarnos.

Tu huella en mi vida es eterna.
No te llevo en la memoria:
Vives en el latido que me sostiene
cuando creo que no puedo más.

Hasta siempre, mi valiente, mi cómplice, mi rayo de luz en forma de perrita.

Con todo mi amor y un millón de recuerdos tibios, te llevo en mi corazón:

MGFV

Suicidio: el tabú familiar que afecta a muchas personasHablar del suicidio no es sencillo, pero sí absolutamente necesar...
20/07/2025

Suicidio: el tabú familiar que afecta a muchas personas
Hablar del suicidio no es sencillo, pero sí absolutamente necesario.

Poco o nada se habla de Marisela. Su cara sigue en las fotos familiares, pero solo se menciona si alguien pregunta... y ni así se dice mucho. En su familia, el suicidio es un tema prohibido. Como si fuera algo que da mala suerte o que, si se nombra, se repite.
Así, con el tiempo, casi nadie recuerda quién fue Marisela, ni qué le pasó. Y lo peor es que, en ese silencio, también se borra la idea de que hay enfermedades y situaciones que pueden llevar a alguien a tomar esa decisión. Nadie enseña que se puede hablar, que se puede pedir ayuda.

Marisela no es un nombre real, pero su historia se parece a la de otras personas en muchas familias donde el suicidio es un secreto incómodo, algo que no se dice. Sobre esto hablaremos hoy: acerca del suicidio como un tema tabú en muchas familias.
Entender el suicidio: lo que muchos prefieren no mirar

Hablar de suicidio no es fácil, pero entenderlo sí es importante. Estamos hablando de algo que cada año provoca la muerte de más de 700 mil personas, según datos de la OMS. No es poco. Aun así, el tema sigue siendo incómodo, casi invisible. Se habla más de enfermedades físicas, de accidentes, de violencia... pero del suicidio, poco.

En general, las cifras muestran que los hombres mueren más por suicidio, aunque las mujeres hacen más intentos. Y hay grupos especialmente afectados: jóvenes entre 15 y 29 años y personas mayores de 65. También influye el lugar donde se vive, la situación económica, los vínculos familiares, la salud mental, el acceso a apoyo profesional, entre muchas otras cosas.
Pero, ojo, no todas las personas que se suicidan tienen un diagnóstico de depresión o alguna otra condición psiquiátrica. A veces, hay sufrimientos profundos que tampoco son tan visibles o dolores que, aparentemente, no tienen nombre. Por eso no hay que quedarse con la idea de que “si no estaba diagnosticado, no podía estar mal”, porque la verdad es que esto no se nota siempre tan fácilmente.
¿Por qué se guarda tanto silencio?

Una de las razones es que el tema da miedo. Muchas familias piensan que si no se habla, es como si no hubiera pasado, o que decirlo puede causar más dolor. En algunos casos, hay vergüenza, como si fuera algo que mancha. También están los juicios religiosos o sociales que, aunque suenen anticuados, todavía pesan mucho: que si fue un acto “cobarde”, que si “falló como persona”, que si “tenía todo para estar bien”.

Entonces pasa lo que le pasó a Marisela: se borra su historia, se disimula su final, se cambia la versión. Y, con eso, se pierde la oportunidad de hablar de lo que duele; de acompañar a quienes se quedaron y también de prevenir que a alguien más le pase.
Además, cuando en una familia se guarda tanto silencio, se enseña, sin querer, que el sufrimiento se esconde, que hay temas que no se tocan. Eso hace que las nuevas generaciones tampoco sepan cómo pedir ayuda cuando algo les duele de verdad.
Señales que no hay que ignorar

No siempre es evidente, pero muchas personas que están pensando en el suicidio dan señales. Algunas se aíslan, otras regalan cosas importantes, otras empiezan a hablar de la muerte como si fuera un alivio. También puede haber cambios bruscos en el estado de ánimo, frases como “ya no aguanto”, o una calma repentina después de semanas muy difíciles.
En algunos casos, hay autolesiones, comentarios sobre sentirse una carga o una tristeza que se siente como eterna. Si notas esto en alguien cercano, es importante acercarte sin miedo y con respeto. No hay que ser experto en salud mental para escuchar de verdad. A veces, una conversación sincera puede ser el primer paso para buscar apoyo.

¿Y si ya pasó?

Cuando alguien muere por suicidio, el duelo se vuelve más complejo, porque hay preguntas que no tienen respuesta y también emociones de culpa, enojo, confusión o todas a la vez. A veces también hay silencio, mucho. Pero hablar ayuda. Hablar de la persona, nombrarla, recordar quién fue más allá de cómo terminó su vida, puede aliviar un poco la carga.
No es necesario hablar todo el tiempo del tema, pero sí dejar de tratarlo como algo que se debe esconder. Si en tu familia ya pasó algo así, quizá podrías preguntarte si hay espacio para decirlo en voz alta. Para explicar lo que pasó a quienes no lo entienden, o incluso para decir: “Fue doloroso, pero podemos hablarlo”.
También existen redes de apoyo para quienes han perdido a alguien por suicidio, que pueden ser de ayuda para sentirse más acompañados en una situación tan compleja como esta.
¿Cómo se empieza a hablar del suicidio en casa?

No hay una fórmula exacta, claro, pero sí hay formas de abrir la conversación sin que suene forzada ni dramática. Por ejemplo, si alguien dice que está muy triste o que no le encuentra sentido a las cosas, en vez de cambiar de tema, podrías decir: “¿Quieres contarme un poco más de eso?”, o , “¿qué has estado pensando?”.

Hablar del tema no lo provoca. Al contrario, muchas veces hablarlo con alguien confiable puede ser un alivio. Eso sí, lo ideal es hacerlo con calma, sin juzgar, sin tratar de “animar” con frases que, aunque vienen desde un buen lugar, se sienten vacías. Escuchar es más valioso que tratar de dar soluciones rápidas. Y si el tema te queda grande, está bien buscar apoyo profesional.
En confianza: hablar es cuidar

El suicidio no debería seguir siendo una palabra prohibida. Cuanto más se oculta, más se multiplica el miedo, el desconocimiento, el dolor sin nombre. Hablar no significa tener todo resuelto, pero sí puede abrir caminos para acompañar, prevenir o, simplemente, estar ahí.
Por eso, aprender a no callar frente a este tema también es una forma de cuidar. No se trata de hablar todo el día sobre eso ni de tener respuestas para todo, sino de mostrar que hay espacio para decir lo que se siente, por más incómodo que sea.
En lugar de guardar silencio absoluto, es mejor decir: “Este tema es difícil, pero podemos hablarlo”. Porque en estos casos el silencio no protege, aísla. En cambio, cuando se empieza a hablar, aunque sea con torpeza o sin saber por dónde empezar, algo cambia. Y ese cambio puede ser lo que alguien necesitaba escuchar para no rendirse.

Hablar del suicidio no es sencillo, pero sí absolutamente necesario.

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