18/07/2025
Dice la Dra. Nazareth Castellanos en su libro “El puente donde habitan las mariposas” que comúnmente creemos que nuestra vida empieza cuando nacemos.
O podríamos decir también que en el vientre. Pero la realidad es que comienza mucho tiempo atrás, desde la historia de nuestros ancestros, la genética que nos heredaron, las condiciones culturales y sociales en las que vivimos. Nacemos ya con una mochila cargada de genes y un contexto histórico en el que aprenderemos a caminar y crecer.
Incluso se dice que heredamos también el carácter, talentos, miedos y conflictos.
Hoy la ciencia nos recuerda que el estrés y las experiencias traumáticas también se traducen en un sistema nervioso alterado que posiblemente heredaremos a las futuras generaciones.
También es maravilloso saber hoy el poder de la epigenética.
Y que el bagaje con el que llegamos a este mundo no es una sentencia.
Tenemos poder y responsabilidad sobre lo que haremos con ella con cada decisión que tomemos.
Como dicen “Somos lo que hacemos con nosotros”.
Aquí es cuando me parece vital hacer memoria.
Recordar de dónde venimos.
Honrar las historias de quienes estuvieron antes de nosotros.
De cómo sus esfuerzos nos llevaron a las oportunidades que tenemos hoy en día. Comprenderles también no regalará información sobre nuestra vida y quizás sobre algunas decisiones que creímos elegir libre e individualmente.
Recordar es volver a vivir.
Quizás en la tercera edad se llegué con gran satisfacción o una serie de duelos y culpas. Quizás muchos ya no quieran recordar el dolor, pero se pierdan así también muchas memorias de alegría.
Lo mejor sería honrar e integrar que no son posibles unas experiencias sin las otras.
Ambas caras de la moneda.
Vida y muerte.
Salud y enfermedad.
P***s y alegrías.
Podríamos llegar a creer que nuestras experiencias son únicas.
Y que nuestro dolor también lo es y por consiguiente lo vivamos en soledad.
Que nadie en el mundo podría comprender el dolor que hemos experimentado, menos si este viene de una situación tan específica como un su1cidio, un as3sinato, secu3stro, etc.
“El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”.
Y hasta la experiencia más personal es universal.
Nos entretejemos como humanidad en las experiencias vitales.
Habrá en algún lugar un otro en quien poder espejar nuestro dolor.
Alguien con la experiencia y las palabras correctas para alentarnos.
Y si no lo hay, podemos ser y compartir ese aliento que un día anhelamos.
Ha sido maravillosa la experiencia de esta serie de talleres de salud mental con adultos mayores.
En cada lugar hubo diferentes retos, como experiencias comunes de violencia, duelos, culpas, enfermedades… pero también de una comunidad con quien sostenerse.
Observé que la mayoría de las participantes fueron mujeres, quienes comúnmente se permiten ser y estar para otras.
Me sorprendió la humildad de vulnerarse y pedir ayuda, tanto como la fortaleza para reparar lo que no rompieron y sostener a otras.
Espero pronto sean más hombres quienes se permitan conectar con sus emociones y no vivir el dolor y esta etapa en solitario.
Honro a todas esas personas que nos permitieron aprender de cómo fueron sus tiempos y estos tiempos que compartimos donde pareciera que ya no hay mucho lugar para las personas mayores.
Me conmovió mucho escuchar en cada taller el agradecimiento por sentirse valoradas y escuchadas.
Ojalá todos podamos apreciar más la sabiduría que llevan las canas y las arrugas, en lugar de esforzarnos por esconder la vejez.
Aspirar a llegar con dignidad y calidad de vida hasta donde podamos.
Crear desde hoy las mejores condiciones, en una generación que teme crecer cuando nos han robado ya el acceso a la vivienda y las jubilaciones.
Estás son también determinantes sociales que impactan en la salud. El momento de crear ciudades más humanas y condiciones dignas para todxs es ahora.
Espero podamos aprender de ellos y ellas. De escuchar a nuestras abuelas. De rescatar cosas preciosas como los juegos en el parque, la comunicación humana de calidad y la correspondencia.
Gracias a HIEROFANTES, a la gestora cultural y actriz Dai Carrera, responsable de “La Correspondencia” y sus talleres de salud mental para adultos mayores que tanto me nutrieron.
A todos los centros comunitarios que hacen mucho con poco.
A todas las personas que tejen comunidades y generan espacios seguros y de bienestar.