22/10/2025
Me lo dijo un pajarito...
Que el dolor que no deja huellas en la piel, deja grietas en el alma.
Que hay golpes que no hacen ruido, pero retumban durante años en los rincones de la mente.
No eran golpes, pero mi cuerpo aprendió a defenderse igual.
Aprendió a tensarse antes de que llegara su voz, a medir cada palabra para no provocar su silencio, a sonreír para no incomodar su desdén.
Mi sistema nervioso vivía en alerta, atrapado entre el miedo y la esperanza de que, algún día, él volviera a ser el hombre atento del principio.
No eran golpes , pero mi cerebro registraba cada indiferencia como una amenaza.
Las ausencias prolongadas, los cambios de humor repentinos, la mirada fría, los silencios como castigo… todo eso moldeó mi mente a sobrevivir, no a vivir.
Aprendí a disociarme para no sentir, a minimizar lo que dolía, a justificar lo injustificable.
No eran golpes , pero el cuerpo guarda memoria.
Y en esa memoria se quedaron los días en que mi estómago se cerraba, las noches en que lloraba sin entender por qué, los dolores en el pecho, en la espalda, en los huesos.
Mi biología hizo lo que pudo para sostener lo que mi corazón no entendía.
Mis defensas bajaron, mis hormonas se desordenaron, mi digestión se volvió una batalla. Todo mi cuerpo gritaba lo que mi voz callaba.
No eran golpes, pero su indiferencia era una jaula.
Y en esa jaula me fui haciendo pequeña, invisible, obediente, para no molestar, para no perderlo, para sentir que todavía quedaba algo de amor.
Me acostumbré a caminar de puntillas dentro de mi propia vida, a temer su mal humor más que cualquier otra cosa.
No eran golpes, pero un día entendí que el trauma también puede vestirse de rutina.
Que las heridas emocionales son tan reales como las físicas, y que lo que se reprime en el alma se enferma en el cuerpo.
Que mis lágrimas no eran exageración, sino evidencia de una historia que el corazón llevaba tiempo intentando sanar.
Este si era un golpe de realidad, vi que no era amor.
Era dependencia, era manipulación, era miedo.
Y me lo dijo un pajarito… que sanar no es olvidar, sino mirar con ternura a la que sobrevivió.
A la que resistió sin entender cómo, a la que se perdió un poco para poder seguir viva.
Anclaje
“Yo ya no necesito sobrevivir.
Ahora mi cuerpo, mi mente y mi alma pueden descansar en seguridad.
Elijo habitarme, creerme, escucharme y sostenerme.
Porque merezco una vida donde el amor no duela.”
Colibrí by Karen Chico
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