08/07/2025
AMOR EN LATITA DE LECHE
Dos hermanitos en puros harapos, provenientes del arrabal, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina.
Estaban hambrientos: "vaya a trabajar y no molesten", se oía detrás de la puerta; "aquí no hay nada pordioseros", decían otros. Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños. Por fin, una señora muy atenta les dijo: "Voy a ver si tengo algo para ustedes, ¡Pobrecitos!". Y volvió con una latita de leche nestle.
¡Que fiesta! Ambos se sentaron en la acera. El más pequeño le dijo al mayor: "tú eres más grande, toma tu primero”. Y lo miraba con sus dientes blancos, con la boca medio abierta, relamiéndose. Yo contemplaba la escena como un tonto. ¡Si vieran al mayor mirando de reojo al pequeñito!
Se lleva la lata a la boca y, haciendo de cuenta que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no tomar ni una sola gota de leche. Después, extendiéndole la lata, le decía al hermano: "Ahora es tu turno. Sólo un poquito." Y el hermanito, dándole un trago exclamaba: "¡Está sabrosa!"
"Ahora yo", dijo el mayor. Y llevándose a la boca la latita, ya medio vacía, no bebía nada otra vez. "Ahora tú", "Ahora yo", "Ahora tú", "Ahora yo". Y, después de dos, tres, cuatro y hasta cinco tragos, el menor, de cabello ondulado, barrigudito y con la camisa de fuera, se acabó toda la leche, él solito.
Esos "ahora tú", "ahora yo" me llenaron los ojos de lágrimas. Y entonces, sucedió algo que me pareció extraordinario. El mayor comenzó a cantar, a danzar, a jugar fútbol con la lata vacía de leche.
Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de alegría. Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o aún mejor, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia.
De aquél muchacho podemos aprender una gran lección: "Quien da es más feliz que el que recibe". Es así que debemos amar. Sacrificándonos con tanta naturalidad, con tal elegancia, con tal discreción, que los demás ni siquiera puedan agradecernos el servicio que les prestamos.
¿Como podrías hoy encontrar un poco de esa felicidad y hacer de la vida de alguien algo mejor, con más gusto por vivir la vivida? ¡Adelante, levántate y haz lo que sea necesario!. Cerca de nosotros puede haber un amigo que necesita de nuestro hombro, de nuestro consuelo, de nuestra paz, o quizá, de nuestra latita de leche.