26/08/2025
🔴 La GOTA es una forma de artritis inflamatoria causada por la acumulación de cristales de ácido úrico (urato monosódico) en las articulaciones, un proceso que se origina debido a niveles elevados de ácido úrico en la sangre, conocido como hiperuricemia. El ácido úrico es un producto de desecho del metabolismo de las purinas, que se encuentran en ciertos alimentos como carnes rojas, mariscos, vísceras y bebidas alcohólicas, especialmente la cerveza. Normalmente, el ácido úrico se disuelve en la sangre y se elimina a través de los riñones en la o***a, pero en la GOTA, ya sea por una producción excesiva de ácido úrico o por una eliminación insuficiente, este se cristaliza y se deposita en las articulaciones, desencadenando una respuesta inflamatoria intensa. La GOTA tiene un fuerte componente genético, ya que ciertas variaciones en genes como SLC2A9 y ABCG2 pueden aumentar el riesgo, pero también está influenciada por factores adquiridos como la obesidad, la hipertensión, la diabetes tipo 2, la insuficiencia renal y el uso de medicamentos como diuréticos o aspirina en dosis bajas, que reducen la excreción de ácido úrico.
Los síntomas de la GOTA suelen manifestarse de manera repentina, a menudo en forma de ataques agudos que afectan una sola articulación, siendo el dedo gordo del pie (articulación metatarsofalángica) el sitio más común en el 50-70% de los casos, aunque también puede comprometer tobillos, rodillas, muñecas y dedos. Un ataque típico de GOTA comienza con un dolor intenso que aparece de noche o al amanecer, acompañado de hinchazón, enrojecimiento, calor y sensibilidad extrema al tacto, al punto de que incluso el roce de una sábana puede ser insoportable. Estos episodios pueden durar de 3 a 10 días si no se tratan, y luego remiten espontáneamente, aunque tienden a reaparecer con el tiempo si no se aborda la hiperuricemia subyacente. En etapas avanzadas, la GOTA puede progresar a una forma crónica conocida como artritis gotosa tofácea, donde se forman depósitos de cristales (tofos) visibles bajo la piel, generalmente en dedos, codos, orejas o tendones, causando deformidades articulares, dolor persistente y daño estructural. Además, la hiperuricemia prolongada puede llevar a complicaciones como cálculos renales (nefrolitiasis úrica) y daño renal (nefropatía por uratos).
El diagnóstico de la GOTA se basa en la combinación de síntomas clínicos, análisis de sangre para medir los niveles de ácido úrico (aunque estos pueden ser normales durante un ataque agudo) y, de manera definitiva, la identificación de cristales de urato monosódico en el líquido sinovial de la articulación afectada mediante aspiración con aguja (artrocentesis), observados bajo un microscopio con luz polarizada. La GOTA afecta más a hombres que a mujeres (en una proporción de 4:1) y suele presentarse después de los 30 años en hombres, mientras que en mujeres es más común después de la menopausia debido a la disminución de estrógenos, que tienen un efecto protector al aumentar la excreción de ácido úrico. Factores desencadenantes de un ataque de GOTA incluyen el consumo excesivo de alcohol, deshidratación, traumatismos, infecciones, cirugías recientes o una ingesta elevada de alimentos ricos en purinas, como hígado, sardinas o anchoas.
El tratamiento de la GOTA tiene dos objetivos principales: aliviar los ataques agudos y prevenir futuros episodios mediante el control de la hiperuricemia. Para un ataque agudo, los medicamentos de primera línea incluyen antiinflamatorios no esteroideos (AINE) como ibuprofeno o naproxeno, que reducen la inflamación y el dolor en 1-2 días, aunque deben usarse con precaución en personas con problemas gástricos o renales. La colchicina, un medicamento específico para la GOTA, es otra opción efectiva para disminuir la inflamación al interferir con la respuesta inmune a los cristales, pero puede causar efectos secundarios como diarrea si se usa en dosis altas. En casos severos o cuando los AINE y la colchicina no son tolerados, se recetan corticosteroides como prednisona, ya sea por vía oral o inyectados directamente en la articulación. Para la prevención a largo plazo, medicamentos hipouricemiantes como alopurinol o febuxostat se utilizan para reducir los niveles de ácido úrico en sangre (idealmente por debajo de 6 mg/dL), evitando la formación de nuevos cristales y disolviendo los depósitos existentes, aunque estos tratamientos deben iniciarse después de que el ataque agudo haya resuelto para no empeorar la inflamación.
Los cambios en el estilo de vida son fundamentales para manejar la GOTA y reducir la frecuencia de los ataques. Se recomienda limitar el consumo de alimentos ricos en purinas, como carnes rojas, mariscos y vísceras, así como evitar el alcohol, especialmente la cerveza y el licor, que aumentan la producción de ácido úrico y disminuyen su excreción. Mantener un peso saludable es crucial, ya que la obesidad se asocia con mayor riesgo de GOTA, pero la pérdida de peso debe ser gradual, ya que una dieta extrema puede elevar temporalmente el ácido úrico. Beber abundante agua (2-3 litros al día) ayuda a los riñones a eliminar el ácido úrico, y consumir alimentos protectores como cerezas o jugo de cereza (que reducen los niveles de ácido úrico y la inflamación) puede ser beneficioso. La GOTA, si no se trata, puede llevar a una calidad de vida significativamente reducida debido al dolor crónico y las deformidades articulares, pero con un manejo adecuado, que combine tratamiento médico y cambios en el estilo de vida, la mayoría de las personas pueden controlar los síntomas y prevenir complicaciones a largo plazo.