24/03/2025
"En la tradición Lakota (también llamada Sioux), no es quien ofrece sus disculpas quien lleva un regalo a "su ofendido". Es quien ha sido ofendido quien da un regalo a "su ofensor". El regalo es una metáfora de "compartir su corazón" nuevamente con quien previamente le había violentado y tuvo la valentía y humildad de ofrecerle disculpas.
Es una forma de asumir responsabilidad sobre los resultados en todas nuestras relaciones. Es reconocer que a cada uno de "nuestros ofensores" nosotros les elegimos, les permitimos (con nuestros comportamientos, actitudes y límites no claros), llegar hasta el momento y condición de la ofensa. Que, literalmente, les "utilizamos" (hicimos útiles), para hacernos daño a nosotros mismos.
Eso no les justifica ni exime de responsabilidad ante sus acciones y consecuencias, pero sí nos permite comprender nuestro grado de intervención ante cada una de nuestras tristezas y pérdidas.
Nos permite observar, en primera fila, nuestra sombra, su naturaleza, los juegos tóxicos y autodestructivos de nuestro ego en los que participamos activamente. Y cómo "utilizamos" a cada una de nuestras relaciones para mostrarnos lo que urge sanar.
Perdonar para sanar tiene que ver más con perdónarnos para sanarnos que en perdonar al otro. El otro tan sólo es un participante más en nuestro "juego de máscaras y espejos".
El "ofensor" se convierte en maestr@ cuando asumimos nuestra propia valentía y nos hacemos responsables de nuestra participación en nuestro propio juego, para poder "ver" más allá de lo evidente, de lo "lógico", y compasivamente poder observar al otro con su propio e incómodo proceso de dolor y descubrimiento.
Poder observar, enfrentar, atravesar y honrar el oscuro y doloroso camino de nuestra sombra es lo único existente para sanar nuestra mente, nuestras emociones, nuestro espíritu y con ello nuestras relaciones, nuestro cuerpo y nuestra vida... nuestra alegría.
Reconocer y atravesar el oscuro túnel de nuestra sombra es la vía más directa para llegar a la ilimitada e incandescente Luz que habita en nuestro interior, "el Amor que devora" (diría Paulo Coelho), nuestra más intuitiva y sutil sabiduría, la que tiene acceso a TODO lo creado, tangible e intangible, sin los límites del tiempo, el espacio o la materia.
No tod@s lo logran. Se requiere mucha valentía porque sólo a través de ella se nos proveerá la fuerza necesaria en nuestro Camino de sanar. Por ello, "nuestros ofensores" resultan ser nuestros más valiosos maestros, porque pasan por nuestra vida para "mostrarnos" su sombra, que desde nuestra propia capacidad de "ver" no es más que reflejo de nuestra propia sombra.
Y al hacerlo, al convertirse en nuestros espejos, nos permiten vislumbrar nuestra propia Luz. Es decir, nos permiten identificar nuestras heridas y la medicina que requerimos buscar para sanarlas.
En este proceso de sanar de la piel hacia adentro, a veces requerimos comprender compasivamente, perdonar y soltar a esos maestros (magisteris), que con su magia nos han mostrado nuestro propio maltrato, nuestro propio dolor, nuestras lealtades con la sombra no reconocida y no resuelta de nuestro linaje.
A veces, una vez que logramos ver nuestra próxima meta, la misión de es@s maestr@s en nuestra vida, y nuestra misión en su vida, han sido cumplidas. Es el momento de soltar para iniciar el nuevo camino, el de desaprender lo repetido por generaciones, el de soltar lo que ya no sirve, lo que estorba en el camino de sanar y recuperar la alegría, el amor propio, la paz y la salud en su más amplio sentido. Y eso, soltar a l@s maestr@s, con el profundo y agónico dolor que representa, es apenas la puerta de entrada al túnel.
Otras veces, l@s maestr@s no requieren alejarse y elegimos seguir siendo acompañad@s por ell@s, al menos por lapsos; porque hay tramos del camino, y eventualmente los que más fortaleza proveen, que requerimos pasarlos en total soledad y a oscuras.
Sea de una forma u otra, agradecer a es@s maestr@s su paso por nuestra vida es indispensable. Reconocer su intervención e impacto en nuestro camino de sanación es el primer paso para llegar a ella. No se llega a la Luz del Amor infinito sino por la Apreciación y la Gratitud. Y para lograrlo, la Compasión es materia prima.
Por todo esto, hacer un regalo a quien nos ha ofendido, habla del nivel de avance en nuestro sanar. Es una comprobación vivencial de que ya no hay nada qué perdonar. Que hemos comprendido que eran necesarios para poder "ver" nuestra sombra y nuestra luz. Que fueron l@s maestr@s que nosotr@s elegimos para sanarnos. Y que también podemos reconocernos en su propio miedo y dolor. Es la más valiente y compasiva muestra de Fé, apreciación, gratitud y amor hacia nosotros mismos.
Es reconocer que hemos sido privilegiados con talentos, herramientas, conocimientos y habilidades que otros no poseen aún y que algun@s nunca lograrán adquirir para su liberación, pasando lo "no resuelto" a la siguiente generación. Y que no tiene que ver con que no quieran avanzar. Simplemente no pueden. Y así son perfectos en el proyecto de sanación de otros, aunque en su propio proceso estén destinados al dolor, a la angustia y al insomnio perennes.
En el auténtico perdón no existe un "borrón y cuenta nueva". Tal "borrón" sería una pérdida, un desperdicio de esfuerzo, fortaleza y sabiduría. Tan es así que nuestro cerebro ha sido diseñado para no olvidar. Porque borrar y olvidar la sombra del otro sería olvidar nuestra propia sombra. Y una vez que le hemos reconocido, atravesado, experimentado, honrado y sanado, olvidar sería una imperdonable falta de respeto a la valentía implícita y a la sabiduría resultante en nosotros y en todos los involucrados en nuestro camino de sanar.
No se trata de olvidar sino de desaprender la manera en que les percibíamos y aprender una nueva forma de "ver". Comprender, apreciar y agradecer su paso por nuestra vida. Verle el sentido práctico y útil a su existencia. Ver compasivamente su camino de confusión, miedo, dolor y cambio. "Ver" con el corazón.
Olvidar lo que hizo el otro es rehusarnos a honrar su propio camino de dolor y sanación sea el que fuere. Y haya avanzado hasta donde lo haya logrado. No somos quién para juzgar eso. Todo lo recibido para avanzar ha sido un regalo. No somos quién para juzgar el avance de otro.
De ahí viene la frase de Jeshua, el Cristo: "Perdónales porque no saben lo que hacen". Tu nivel de conciencia es resultado de muchos factores que te han sido dados. Evita juzgar a quien aún no los encuentra. Regálale, al menos, tu amorosa y generosa compasión. Y ora por él o ella. Que eso es lo más útil que podrías hacer por alguien que requiere apoyo cuando tú no puedes dárselo.
¡HOKA-HEY!
Hoy es un buen día para morir a todo lo que he arrastrado y ya no sirve en mi camino hacia mi Luz interior... hacia la recuperación de mi Alegría infantil en mi estado adult@".
Fátima del Mar
INIPI: por todas mis relaciones
Colección Mujer Danzante
DESCÚBRETE
TRANSFÓRMATE
¡ELIGE SER FELIZ!