07/11/2024
Hacia una Holística del arte de curar:
La responsabilidad de sanar la enfermedad requiere de una visión holística del hombre. Más allá del umbral del dolor o del sufrimiento, el ser humano se desenvuelve con el misterio de la enfermedad a partir de la pregunta “¿por qué enfermo? No deja de ser un enorme misterio que tiene las más diversas relaciones sensibles hacia la ciencia y el favor divino.
Más allá de ello la enfermedad se ha venido entendiendo como aquello que daña nuestro organismo y que penetra en él como su enemigo (Rudolf Steiner, 1915, Viena). Una consideración así es explícitamente objetiva para la ciencia porque parte de la inmediatez misma del padecimiento, de aquello que saca al individuo de su estado de bienestar psicobiológico y lo establece en un estado mórbido. Por lógica que pueda parecerles esta consideración no se puede más que decir que este punto de vista tan general no siempre está justificado. Nos enseña el maestro Rudolf Steiner que en efecto, existen síntomas que deben juzgarse desde este punto de vista, en el que la enfermedad entra en nuestro organismo como un enemigo. No obstante que desde el punto de vista científico materialista esta podría ser una definición casi axiomática, nuestra práctica clínica nos devela otra línea de pensamiento que se sujeta a la experiencia misma del arte de curar. En la mayoría de los casos, la enfermedad es algo completamente diferente. Y para ello debe considerarse el aspecto más profundo y fundamental del hombre más allá del dolor a donde lo conduce la enfermedad.
Durante la práctica terapéutica para superar la enfermedad hemos podido ver que el organismo responde a estímulos del más diverso orden sensorial que no se limitan exclusivamente a los estímulos que provienen del medio físico circundante sino que se extienden a todos los estímulos que el ser humano es capaz de registrar, consciente o no, en su ser constitucional. Solamente en el ámbito anímico se desglosan todo tipo de experiencias sensorias que no vienen del medio exterior físico, por ejemplo el sentimiento de antipatía o de simpatía que se detecta de inmediato cuando alguien desconocido aborda nuestras cercanías. El sentimiento de afecto que no surge solamente de estímulos físicos sensoriales sino de facultades afectivas que se dan únicamente en el plano anímico del ser humano. Las percepciones sujetas a visiones premonitorias que suelen comprobarse durante el paso del tiempo. Puede hacerse una lista amplia de sucesos que caracterizan al alma humana como una entidad que está determinando la existencia de un cuerpo físico que es capaz de manifestar estados de salud y enfermedad.
La enfermedad no es enemiga en la mayoría de los casos, sino simplemente amiga del organismo. Lo que es enemigo del organismo precede a la enfermedad en la mayoría de los casos, se desarrolla en el ser humano antes de que la enfermedad se haga visible externamente, es decir, que sucede en el interior donde residen las fuerzas del alma antes de somatizarse y ser visible en el cuerpo físico.
En el organismo hay fuerzas que se oponen entre sí, y la enfermedad, que estalla en cualquier momento, es el intento del organismo de salvarse de las fuerzas que se oponen entre sí y que no se habían notado antes. La naturaleza de estas fuerzas opositoras que se enfrentan en este campo de batalla, son el más delicado misterio de la evolución humana en la tierra y de las cuales por ahora baste decir solamente, que ellas han tomado como campo de batalla al ser del hombre, su objetivo es conquistar lo que espiritualmente nos ha sido dado y conducirlo a sus reinos que son ajenos al reino hombre.
La enfermedad es a menudo el trabajo inicial del organismo para inducir la curación. Podemos concebirla como aquello que el organismo emprende para luchar contra la influencia hostil que la precede. La enfermedad es la última forma del proceso, pero significa la batalla de los fluidos del organismo contra lo que se esconde en el fondo. Sólo si observamos la mayoría de las enfermedades de esta manera, obtenemos la comprensión correcta del proceso patológico y por ende podemos inducir la curación a través de un arte terapéutico. Por lo tanto la enfermedad nos indica que hay algo que ha actuado en nuestro ser previo a que sea observado por sus efectos somáticos y que debe ser expulsado del organismo.
Si se observan algunos fenómenos de la vida desde la perspectiva correcta, podemos llegar a comprender con seguro optimismo lo que aquí he podido compartir durante las exposiciones precedentes, en las cuales he venido exponiendo la naturaleza de las fuerzas curativas a partir de nuestra propia forma de transformar el dolor. Las causas pueden estar en los más diversos ámbitos dentro de la metamorfosis de la vida anímica.
En términos más propios de la ciencia spiritual que nos ha aportado una extensión al arte de curar, podemos poner con más énfasis lo que acabamos de puntualizar en los mismos términos que lo expuso Rudolf Steiner de esta manera: que debemos considerar las enfermedades como algo con lo que el organismo se defiende contra cosas que deberían ser expulsadas de él.
En el fondo sustancial del ser humano existe una sabiduría que ha podido desarrollar durante el periodo que sucede entre la muerte y el nuevo nacimiento en los planos superiores. Durante este periodo de la vida del alma, se desarrollan conocimientos derivados de una comprensión profunda del karma vivido y se transforman en fuerzas morales de libertad que después ponemos en acción durante nuestra encarnación en la Tierra. Esta sabiduría nos lleva a considerar con profunda responsabilidad que debemos usar las fuerzas creativas para desarrollar caminos de sanación que sean un verdadero arte curativo y no meros mecanismos de usurpación del dolor como un síntoma ajeno al alma. En ello consiste desarrollar las fuerzas que yacen en la biografía como un arte curativo, una extensión del arte de curar en el sentido que aquí he propuesto.
Deméter.
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