17/10/2025
Durante mucho tiempo, los modelos categóricos del DSM y la CIE dominaron la comprensión de la psicopatología. Sin embargo, múltiples investigaciones han demostrado que los trastornos mentales suelen presentarse de manera comórbida y comparten procesos psicológicos comunes, como la desregulación emocional, la evitación experiencial, la rumiación o la rigidez cognitiva. Esta acumulación de evidencia impulsó el surgimiento del enfoque transdiagnóstico, que desplaza la atención desde las etiquetas diagnósticas hacia los mecanismos subyacentes compartidos entre diferentes cuadros clínicos.
Este enfoque se sustenta en diversas líneas de investigación que transformaron la comprensión de la psicopatología. La primera proviene de los estudios sobre comorbilidad, que mostraron que los trastornos emocionales tienden a coexistir, lo que cuestionó la validez de las fronteras diagnósticas rígidas. La segunda línea se basa en modelos dimensionales y jerárquicos, como el HiTOP (Hierarchical Taxonomy of Psychopathology), que proponen entender la psicopatología como un continuo estructurado jerárquicamente y no como categorías fijas. Finalmente, las investigaciones sobre procesos transversales identificaron mecanismos centrales que atraviesan diferentes trastornos y contribuyen a su mantenimiento.
Las implicaciones clínicas de este enfoque son amplias. Al centrarse en procesos comunes, permite desarrollar intervenciones más eficientes, flexibles y generalizables, además de abordar la comorbilidad de forma integrada y funcional. También desplaza el foco terapéutico hacia la funcionalidad conductual y no únicamente hacia el diagnóstico. Las terapias contextuales, como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Terapia Dialéctico Conductual (DBT) y la Terapia Analítico-Funcional (FAP), resultan particularmente adecuadas para operacionalizar este modelo, ya que se centran en procesos psicológicos centrales como la flexibilidad psicológica, la aceptación y la regulación emocional.
De esta manera, el enfoque transdiagnóstico complementa el psicodiagnóstico con un marco basado en procesos, empíricamente sólido y clínicamente útil. Su integración con las terapias contextuales permite intervenciones más precisas, sostenibles y adaptadas a la complejidad de la experiencia humana, ofreciendo así una alternativa más coherente con la evidencia y las necesidades reales de las personas en contextos Clínicos.
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