07/05/2024
Estaba releyendo el caso del “hombre de las ratas” de S. Freud, y encontré un pasaje donde Freud reseña una intervención buenísima con un agresor sexual:
Freud explica que uno de sus pacientes pagaba las sesiones con florines de papel limpios y tersos, el paciente limpiaba y planchaba los papeles con la justificación de no “dañar” con bacterias al receptor. En algún punto Freud pregunta por la vida sexual del paciente, y transcribo:
“¡Oh todo en orden! -opinó sin reflexionar-. No padezco ninguna insuficiencia. En muchas casas de buena familia hago el papel de un amable tío viejo, y de ahí s**o partido, de tiempo en tiempo, para convidar a una muchachita a una expedición campestre. Arreglo las cosas de suerte que perdamos el tren y debamos pernoctar en el campo. Después tomo siempre dos habitaciones, soy muy noble; pero cuando la muchacha se ha metido en la cama, me llego a ella y la masturbo con mis dedos”. -Pero, ¿y no teme usted hacerles “daño” trabajándoles en sus genitales con su mano roñosa? -Aqui él se sulfuró: “¿Daño? ¿Que podría hacerles daño? A ninguna le ha causado daño, a todas les pareció bien. Algunas de ellas ya están casadas y eso no las dañó en nada”. -Tomó muy a mal mi objeción y no volvió nunca más. Ahora bien, sólo por un desplazamiento del afecto de reproche yo pude explicarme el contraste entre sus escrúpulos con los florines de papel y su falta de miramientos para abusar de las niñas a él confiadas”.
En las obras completas de editorial Amorrortu está en el tomo X, páginas 155-156.