05/08/2025
El pie diabético no es solo una complicación de la diabetes; es un grito silencioso del cuerpo que refleja abandono, falta de acceso a la salud, desconocimiento y, muchas veces, resignación.
Desde el punto de vista clínico, el pie diabético representa una de las complicaciones más graves y costosas de la diabetes mellitus. Cuando no se detecta a tiempo, puede avanzar rápidamente hacia infecciones severas, gangrena y, en casos extremos, la amputación. Sin embargo, lo más alarmante es que en el 85% de los casos, esto se puede prevenir con una vigilancia adecuada, educación al paciente y atención médica oportuna.
La neuropatía diabética, la isquemia y la mala higiene son los factores principales que, combinados con la falta de seguimiento médico, llevan a estas complicaciones. La prevención está al alcance de un control glucémico adecuado, revisiones periódicas, y la capacitación del paciente y su familia.
En regiones como Guerrero, donde gran parte de la población vive en zonas rurales o semiurbanas, con recursos limitados y acceso restringido a servicios médicos especializados, el pie diabético se convierte en una crisis de salud pública silenciosa. Las barreras sociales, económicas y culturales impiden que las personas con diabetes reciban una detección oportuna o entiendan la gravedad de no revisar sus pies.
En México, se estima que cada año se realizan más de 75 mil amputaciones relacionadas con la diabetes, muchas de ellas innecesarias si se hubiera actuado a tiempo. En el mundo, se calcula que cada 20 segundos una persona pierde una extremidad por pie diabético. Esto no solo implica una pérdida física, sino una profunda herida emocional, económica y familiar.
Cada paciente con pie diabético no es solo un caso clínico: es una historia, una vida, una familia afectada. Es un padre que ya no puede trabajar, una madre que no puede caminar a llevar a sus hijos a la escuela, un abuelo que pierde autonomía.
La falta de atención no es solo una falla médica, sino una falla social y humana. Necesitamos actuar con empatía, educar sin juzgar, brindar acceso real a la salud, pero sobre todo, escuchar al paciente antes de que sea tarde.
El pie diabético nos confronta con dos realidades: la necesidad de mejorar el sistema de salud y la urgencia de tocar corazones para prevenir desde el hogar, desde el primer síntoma, desde la educación.
Salvar un pie es salvar una vida. Y en lugares como Guerrero, donde cada extremidad cuenta, la prevención no es una opción: es un deber.